EL TALLER

Cualquiera que haya despistado en este blog ha podido darse cuenta, comenzando desde su propio nombre, que aquello del atavismo me motiva. Sobre todo, si se concilia con un puntito de heterodoxia, de rebeldía hacia el pensamiento único al que nos quieren asociar.

Quien mejor consagra en la restauración de Bilbao esa resistencia por no dejarte arrastrar por la corriente de la modernidad es la Marisquería El Taller con su atildado dueño Javier a la cabeza. Javier es un maquis, que ya hace demasiado tiempo se echó al monte, para preservar su dignidad profesional y que no le capturase el halo de chabacanería y falta de profesionalidad que asolaba al sector.

Para ello, se parapetó en su establecimiento en General Concha 12. Dispuso encerrarse en su búnker, a resguardo de los vientos de evolución que soplaban en el exterior. Y es que, probablemente, esa atalaya de observación del comportamiento humano que es la barra de un bar, le hizo otear que todo aquello que se le avecinaba iba a carecer del más mínimo interés para el. 

Para lo que le quedaba en el convento, pensaría, tocaba mantener el tipo hasta que llegase la decadencia. Tirar de decoro. Y aún si llegaba, con no darse por enterado bastaba. Los tañidos de la campana tocaban a trinchera, asumiendo que aquello se terminaría convirtiendo en una reserva espiritual de personajes de otra época. Y a fe que lo ha conseguido. 

No me puedo considerar un parroquiano habitual, a lo sumo, lo visitare cada año un puñado de ocasiones. La mayoría acompañado de mi sibarita socio, disfrutador de las más variadas materias, entre las que prohija ostras, moluscos y bivalvos. Cada vez que franqueo su puerta es una inmersión hacia el pasado, aspiro el sabor de lo añejo, sin colorantes ni pesticidas. Javier te recibe manteniendo la dignidad, aún y cuando salga, nécora cocida en ristre, de la trampilla que emerge del suelo de la barra y que conduce al habitáculo que hace de almacén y cocina. 

Su vestimenta impoluta, que le otorga un aura de mayordomo victoriano, con chaleco, camisa y corbata, entronca con ese Bilbao British que tanto se estilaba en el pasado siglo y que llegue a conocer en la tertulia del Grill del Hotel Carlton. Esa misma imagen sirve, junto con el precio, para ahuyentar a advenedizos y oportunistas. Eso sí, nunca se racanea la calidad, y el que no quiera pagar la que se vaya a comer mejillones y langostinos revenidos a las franquicias marisqueras. Las del ful.

La mayor parte de su mobiliario y decoración podría engrosar los fondos de un nuevo museo de la hostelería de la vida. Me quedo con las mesas y sillas, que denotan raigambre, con los ceniceros de hierro colado y las servilletas satinadas. Pero sobre todas las cosas con esa pizarra beis en donde con fichas intercambiables de color negro, se alerta sobre los precios del día de una oferta de mariscos, cada vez más escasa.

Permítaseme la digresión taurina. El aficionado que se acerque a conocerlo disfrutará, siguiendo el hilo de los cuadros, carteles y fotografías que invaden sus paredes por un viaje por el Bilbao taurino, y por distintos avatares de la historia de la tauromaquia. No piensen en reclamos de turistas, hay perlas con gran valor y otras muchas plenas de patrimonio afectivo. 

Recomiendo encarecidamente que se visite y a golpe de un vino blanco te enjaretes media docena de ostras o cien gramos de quisquillón. Mañana puede ser tarde. 

 

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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