Echo la mirada atrás. Tiempo de escasez. Tuvieron que pasar varios meses, que componían mas de un año, para comprender que aquella relación nacida de la atracción mental, y que conciliaba los estímulos del riesgo, el tocarse a escondidas, el rozarse las manos al despedirse en la calle o comprender que la cautela puede ser tan emocionante como la caricia no podía detenerse en un punto medio. Era imposible que se quedase varada en el centro del estanque.
Necesariamente, tenia que conducir hacia algún lado. El puerto de destino, canonizando la unión por el sacramento y la costumbre o batirse en retirada en la búsqueda del cobijo que un día abandonases para husmear nuevas sensaciones. Lo clandestino obliga a inventar lo que aun se ignora de aquel del que solo ves el envoltorio, porque apenas es posible distinguir la frontera entre labios y dientes, entre beso y herida o entre ternura y felicidad.
Las reglas estaban fijadas de antemano. Tan sumamente viejas como la vida misma, Sin recovecos. Para comprender la densidad del líquido amniótico que les rodeaba, tuvieron que avistar un precipicio. Error y cobardía imantados, de él. Y apuesta convencida de ella. Ella decidió apostar, porque ella siempre decidía.
Aquella decisión, tan valerosa como irracional, hizo que el se uniera a ella eternamente. Como una piedra y su liquen. A ella en cambio le dejo una falla. Imperceptible, pero que erosionaba su confianza cuando las circunstancias o una mala mano sacaban de procesión la virgen de los recuerdos. Se percibía al contraluz los días oscuros y las noches sin luna.
El viaje a lo cotidiano pasa una factura siempre a aquel de los miembros de la pareja que ya dispone de una estabilidad doméstica, acaso mortecina, insatisfactoria e infeliz, pero rutina al fin y al cabo. No es fácil escapar de un mundo que consolida, aceptación social, comodidad y confort. Otra vez, ella decidió, porque, como ya he dicho, ella siempre decide. Él trato de acogerle como lo que era, su Leit motiv emocional y la razón por la que asomaba una sonrisa al desprecintar cada jornada,
Alcanzaron cotas de plenitud e intensidad que nunca habían logrado en su vida preterita. Ella tomaba la iniciativa para arriesgar los pasos, pero todas las decisiones habían sido comunes, aceptadas por ambos. Sueños, ilusiones, planes, retos, en numero impar de cinco, y sobre todo engarce y complicidad. De mentes, los cuerpos hablaban por sí mismos.
Hay aun muchas páginas en blanco. Por completar. Depende de los dos. Aunque ella decidirá. Porque, tal y como me he cansado de repetir, ella siempre decide. Por mucho, que en tantos casos, el decidir como le brota del pecho sin dejar botar la reacción, le duela
Estoy introspectivo y me he acordado de ellos y del maravilloso reguero de complicidad que dejan al pasar. Probablemente, porque hoy no tengo a Chica9 para que pare, mande y temple mis pensamientos.