LAPONIA

Las parejas van componiendo su armazón emocional a través de las capas de las liturgias que van instaurando. A las liturgias les pasa como al colesterol de la analítica. Existe el malo que contrae las arterias con peligro de embolia emocional, (por ejemplo. la tradición de comer paella en casa de tus suegros todos los domingos de tu vida). Y está el bueno, el tomarte una botella de vino para pimponear experiencias o acariciar mano ajena sentado en el sofá. Que es sanador y catalizador de cicatrices mundanas.

Cada pareja tiene las suyas. Una de las acuñadas con Chica9, que respetamos a rajatabla, es la de paladear el regusto de lo recién visto. Para poder diseccionarlo en la sala de despiece antes de que, las prisas o el siguiente estímulo que recibas, lo regurgiten en de tu mente para dejar sintió al fondo.

Después de salir de ver Laponía, obra de teatro con Amparo Larrañaga e Iñaki Miramón (remembranza de Media Naranja) buscamos el primer lugar abierto donde pudiéramos avituallarnos con una botella de Ribera de Duero.

Entre esa ráfaga de metralleta dialéctica, fruto de los rescoldos de las relaciones personales, (fueran familiares, emocionales, o la protección de los hijos que tiende a idiotizarlos), que nos había dejado lo recién visto, surgió una duda.

Con cuál de las tres generaciones por las que ha navegado nuestra vida, padres, la propia o la de nuestros hijos, nos quedaríamos.

A la paterna le afeábamos la negrura y la pobreza intelectual del franquismo (sobre todo para aquellas familias que no chapoteaban en el mismo lodo ideológico). Pero les envidiábamos aquella contagiosa ilusión por cambiarlo todo que les atrapase a mediados de los setenta. Se fueron, los que ya no están, con una sonrisa en la boca pensando que dejaban un mundo mejor para sus hijos.

En la de los nuestros, reconocíamos la atmósfera de libertad que respiran. En la que los pesticidas sociales han hecho desaparecer esa culpa de origen nacional católico que castró nuestra juventud. La han cambiado por el gen del individualismo y de pasar de puntillas por todo sin profundizar realmente en nada. Situados en una meseta en la que crees saber de todo cuando realmente no sabes de nada. Porque no apuestas ni te involucras en algo que no sea tu propio bienestar. Se trata solo de que los problemas no manchen. Lo que hace que sientan la misma ajenidad por el de al lado como por la caspa que te quitas cuando cae a tu hombro. No tengo claro que nos vayamos a ir replicando la sonrisa de nuestros aitas,

Para el análisis de la nuestra, no somos objetivos. Conciencia de habernos desvirgado en esas décadas fértiles, ochenta y primeros noventa, que aunaron hambre de creación, capacidad, ingenuidad y el descubrimiento de un mundo nuevo. Pero el visor nos reflejaba haber quedado atrapados por el síndrome de la sinfonía inacabada.

Coincidimos en que se nos fue vivo el toro al corral.

Quizás por las bridas de la culpa?

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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