EL GORDO

Echaba de menos noticias rebosantes de autenticidad. A un palista, que obedece al patronimico de Ibai Pérez, su empresa, gestora de partidos de pala de nombre INNPALA, le manda a la puta calle por gordo.

Como ferviente seguidor de todas las disciplinas de pelota, barranco moral al que me llevaron por colleras mi aita y mi tío Pedro, aclarar al no versado, que la incidencia en el PIB de la herramienta, como se conoce a la pala en este mundillo, es pareja a la de la del sector de la economía que manda exploradores a los anillos de Saturno. 

Despojada de aire crematístico, la historia sangra la tinta del culebrón de sobremesa. El despedido responde a la ofensa con una afirmación incontestable; con lo que le pagan, no tiene tiempo para ir al gimnasio . Con las ocho horas de laboro bastante hace con hacer fintas a su vida para darle al leño en los ratos libres.

Que eso que las musas te pillen trabajando es más para Picasso que para un palista de Sestao.

No le puedo comprender mejor cuando enseñar mis peludas piernas para montarme en un potro de tortura, de esos que se estilan en los Gym, me parece una completa vulgaridad. Al mismo nivel que correr un maratón urbano un domingo por la mañana o el día de San Silvestre.

Lo que más me ha gustado es que, cuando le han indultado bajo condición suspensiva de aplicarse un programa de tuneo físico,, no se ha arredrado ni entrado remordimientos por las lorzas. Ha contestado a la empresa que se lo pensará, me lo imagino pegando un corte de mangas en la intimidad.. No tiene claro si le compensa pasar del cordero y las torrijas estas navidades.

Que todo depende de la murria con la que se levante el día de nochevieja y de si en el poteo de la mañana ponen o no torreznos en la barra del bar.

Ibai, mi héroe.