IGUAL Y DIFERENTE

Cuando llegan noviembre y las lluvias, Chica9 y yo pedimos asilo político en los Multis. Es la única guarida de la que disponemos ya que el resto de los cines que quedan son de cadenas o centros comerciales con alma de convenio colectivo.

En el trayecto, mientras esquivo a duras penas la llovizna, me acuerdo de todos aquellos apologistas del cambio climático. Los que defienden que ya no llueve en Bilbao, cuando hay tres meses que cirros, cúmulos y estratos se apoderan del cielo con con las garras propias de la carga real de una hipoteca.

Y también de mi compadre JM, exiliado en Sopuerta, que acuñara una estadística por la que defendía que en noviembre moría ms gente. Lo achababa al mal tiempo, al cambio de huso horario y a la murria de un mes en el que no pasa nada (mas que el día de los muertos y en la era de la modernidad el Black Friday).

Miro por la ventana y los veo. Lidiando contra naufragios y tempestades. Dos críos, de diez u once años. Niños de pueblo hábiles conocedores del suelo que pisan. Con porte de exploradores victorianos. Portando mochilas y vestidos de futbolistas.

Aún en la distancia se percibe su ilusión. Plena y pura, sin la cosecha de monstruos que terminará tornando de moretones su piel. Tienen partido esta mañana y se sienten invencibles. Vestidos con la ropa del equipo de su colegio, recreando todo lo que han soñado, con la imaginación repleta de triunfos.

Y eso lo explica todo. Su ánimo en la pisada, el torrente de emoción ante lo que se avecina, ese fulgor por el estreno de unas playeras recién compradas. Da igual el resultado, lo importante es saborear los previos,

Pienso que algún día, allá por ochenta, por la vereda del poblado, pude ser uno de esos críos. Vestido igual, soñando diferente, pero igual de importante.

Igual y diferente