CAMPOSANTO

No hay nada mas poderoso que un recuerdo.

De hecho, he renegado de la actualidad. Me limito al minuto y resultado, no me traspasa la piel. Me motiva muchísimo más todo aquello galvanizado por el paso del tiempo. Y barrunto que no soy el único.

Quizá por eso, mi pensamiento se resguarda cada vez más en el pueblo, en el mio. Uno de los días más señalados era el de Todos Los Santos. Entre que noviembre es el mes más triste del año porque la boca negra de la noche aterriza a primera hora de la tarde, que el escenario acompañaba, solía llover de lado, y que a la noche daban el Tenorio desde Valladolid en blanco y negro, aquel día acojonaba ya desee varias semanas antes.

La liturgia comenzaba desde primer hora de la mañana. Tenias que vestirte de domingo e ir a recoger los ramos de flores que había reservado tu madre en la floristería. De ahí, toda la familia al coche paterno y a comenzar con el juego de la oca, de camposanto a camposanto y tiro porque me toca (la palabra cementerio era del libro de Pequeños Relatos, en el Urdaibai eran Camposantos)

Comoquiera que la filiación paterna y materna variaba, aunque fueran pocos kilómetros, visitabas los de casi los pueblos de la comarca. Porque, además, siempre había algún tío que se había encelado con una lugareña de Martina y Ondarroa lo que suponía incorporar kilómetrada al cuaderno de ruta.

Los ramos del maletero, que se quedaba con olor a crisantemo hasta navidad, iban menguando a cada estación de aquel via crucis. Recuerdo que aquel día el camposanto estaba atestado y se distinguían dos ejemplares. Aquellos que conocían el camino por ser habituales y los otros, a los que se notaba que sólo lo frecuentaban el 1 de noviembre, con lo que andaban errabundos buscando las coordenadas de donde yacía el familiar.

Si alguien ha frecuentado un camposanto de pueblo sabe perfectamente que, como han ido extendiéndose desordenadamente por las necesidades de espacio son lugares de difícil orientación. Por ejemplo, el camino al reencuentro de mi aita en Busturia nunca falla si tomo la calle principal que capitanea Zacarías Lecumberri al lado de Jesusa su mujer, y cuando llego a la Capilla tuerzo a la izquierda hasta llegar al panteón de la familia Porturas donde doblo a derecha.

Cada ofrenda floral iba precedida de rezo, nunca entendía porque se rezaba tres veces la misma oración, sobre todo con lo que llovía. Y de ahi al siguiente donde se repetía la liturgia.

Aunque la salida de casa había sido de lo más estilosa, todos vestidos en estado de revista, a media mañana aquello había degenerado. Tu hermano, con tanta curva había devuelto en el coche con estropicio grave para jersey y camisa que estrenaba por lo que debajo de la chaqueta solo llevaba la camiseta de tirantes. Tú ibas descalzo porque como los zapatos de primera puesta te hacían daño te habías mojado los calcetines. A tu ama el peinado de la peluquería del día anterior se le había alterado en la última ventolera y parecía La Bruja Avería y tu aita, nada acostumbrado a la presión del nudo de la corbata, se la había aflojado como los invitados achispados a una boda.

Así que llegabas a casa, vencido, sin comer y deprimido, más o menos como salían los republicanos por la frontera francesa el enero de 1939 tras la caída de Barcelona. El dia siguiente no obstante, valorabas tu enorme suerte de jugar como local, cuando un compañero te contaba en clase que se había zampado 500 kilómetros en el Simca de su padre para visitar el de su Castilla natal.

En un pueblo tan pequeño, lo más valioso que tienen las personas son sus recuerdos. Los mismos que hacen que las puertas siempre estén abiertas y nunca se pierda la oportunidad de sentarse en un banco de la plaza para compartir unos minutos en los que hablar de todo y de nada. Existen los motes, que es como se conoce a personas y familias.

Y aquello de lo que nadie habla deja de existir. Y lo que no se recuerda, se muere.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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