TXETXU

Puede que fuera uno de mis primeros recuerdos del fútbol. En el viejo San Mamés anterior a las obras del Mundial del Naranjito. Por lo que luego supe, estaba en sus estertores, pero me llamó la atención la calidad de su pierna zurda y su insolencia. Me pareció un heterodoxo, lo que condujo a que su imagen me capturase, justo en aquel momento en el que despotricó cuando no le dejaron tirar una falta. Luego le siguieron muchos otros heterodoxos más.

Miraba por la retina de un niño de pueblo, mucho mas proclive al encuentro sostenido del embrujo que el de ciudad. En un pueblo, el día dura más de veinticuatro horas, y con ello somos capaces de retener el tiempo y guardar durante décadas el recuerdo de un pequeño momento deslumbrante. Igual que se custodian en los desvanes las viejas herramientas, cuyo uso ya nadie conoce, o las grandes llaves de hierro negro que ya no abren ninguna puerta. En la ciudad es todo es más rápido, y los fotogramas van sucediéndose a una velocidad que no deja espacio en la memoria para el destello.

Siempre vistió el número 11. Porque en aquellos tiempos, las camisetas de cada equipo eran patrimonio de un solo jugador. El 7 del Real Madrid pertenecía a Juanito, el 3 del Barcelona a Migueli, el 4 del Atlético de Madrid a Artetxe y el 2 del Valencia a Carrete. Y así hasta completar los dieciocho equipos de la Liga, que aun no se había troceado a hasta los veinte por el asunto del Celta y el Sevilla.

Recuerdo que su daguerrotipo era su hermano, a quien en aquel fútbol de números romanos nominaban como Rojo II, dejado la primogenitura al bueno. Se cumplía así, una vez más, esa paradoja de muchas familias en las que un hermano se ve irremisiblemente abocado al triunfo en la misma medida en que el otro lo está al fracaso, a pesar de haber gozado de la misma formación y de las mismas oportunidades.

Poco más tarde, me contaron que diez años antes todos los niños querían ser Rojo I y tener su zurda aterciopelada. Probablemente, los imantaba esa cualidad que siempre tienen los zocatos para sobresalir entre el vulgo, erigirse como verso suelto. Es lo que genera leer la vida de derecha a izquierda, que extraes la pulpa donde los demás solo ven corteza.

Al retirarse, puso una tienda de deportes en Gran Vía, que era el retiro de los deportistas de los setenta y ochenta, aquellos de los que se decía que en su carrera ganaban como para comprarse un piso. Igualito a ahora, en los que la primera temporada profesional pueden dilapidar el precio de uno en el estío ibicenco.

Descanse en paz. Me deja ese hundimiento que te invade cuando se te van cayendo uno a uno los recuerdos y sabes que vas a ser incapaz de reemplazarlos.  

Como el árbol de navidad que pierde sus bolas

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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