COMUNIDAD

Otra de las costumbres que no han envejecido demasiado bien son las relaciones entre vecinos.

Hace, digamos medio siglo, una comunidad de propietarios se acercaba más al concepto de comuna o corrala que a la ajenidad desafecta actual. Esa que te hace desear que el ascensor despegue para no aguantar al vecino del quinto en un viaje de media docena de segundos.

Probablemente, antes vivías menos para fuera (no se había inventado la palabra postureo y las vacaciones eran en verano y el año bisiesto que tocaba) por lo que tenias que inspirar en espacios propios. Y donde mejor que hacerlo que en tu propia comunidad.

Todo el mundo se conocía y, salvo sucesos extraordinarios, (hasta que llegó Anillos de Oro, nadie se divorciaba) no había rotación entre los vecinos. Por lo que la familia del cuarto centro podia vivir en el cuarto centro durante varias generaciones, con las únicas interrupciones de que el abuelo se iba a la balda y llegaba algún nuevo mochuelo al nido.

Y claro, el roce hacía el cariño y las interacciones personales fluían. Una de las cosas mas habituales era que la vecina tuviera las llaves de tu casa, por si algún día, llegabas de la calle y tu madre, que era la que no abandonaba el barco casi nunca, no estaba. Otra que las puertas no se cerraban a menudo. Recuerdo que mi vecina del poblado siempre cocinaba con la puerta abierta expandiendo a la escalera el aroma de puchero.

También se estilaba un mecanismo de cadena de favores, por la que si el pequeño del tercero izquierda tenia problemas con las matemáticas, quién mejor que el universitario del segundo derecha para darle clases particulares. O la vecina que hacia a compra a la viuda de la entreplanta a la que le habían operado antier.

En muchísimas ocasiones se franqueaba la propiedad privada y los vecinos interactuaban en garita ajena. Llegabas de la calle y te encontrabas a tu ama departiendo en la cocina con la del primero, que le contaba sus penas porque el marido le había salido con la mano larga y la pequeña con la falda corta. En navidades, los vecinos hacían un recorrido de casa en casa, e, incluso, se compartían timbas o partidas a insuperable Bingo (en mi familia se conocía como La Quina).

Pero los viajes en el ascensor se te quedaban cortos con tanta información intercambiada. No como ahora, que son interminables y el silencio se oye.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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