CUMPLEAÑOS

O su celebración es de los mejores recuerdos que tengo de cuando era cani. Eran aquellos tiempos en los que la vida era muchísimo más sencilla ya que respondía a reglas cerradas marcadas por la costumbre.

Las comidas fuera de casa se limitaban a  grandes celebraciones, como bodas, bautizos, comuniones o, a lo sumo, alguna festividad. No cuento las que eran cuestión de necesidad como los menus del día que comías cuando tocaba visita al hospital o compras en la capital. Esos que elegías tras un viaje errante por las carteleras en las que los distintos tugurios publicitaban sus propuestas.

Las cenas el día que tu Aita se venía arriba en verano y te llevaba a una pollería de aluvión (de esas en las que nadie se queja porque si a ti me molesta tu hijo a mi el tuyo). Carta corta con patatas y ensalada acompañando a ese pollo, que salía más rico cuanto más trienios tuviera la grasa del asadero que los ensartaba.

Y la única merienda anual, la de la chocolatada de tu cumpleaños. Aquello era un acontecimiento ya desde las semanas previas. Tocaba elegir los invitados. Si restabas primos, que cuando la familia era horizontal y no como ahora vertical eran obligados, tenías no más de diez wild cards para repartir en tu clase.

Eso forjaba carácter. Porque cada vez que no te invitaban para un cumpleaños, igual que cuando te elegían el último para los equipos del partido del patio, empezabas a probar el retrogusto de sentirte repudiado. Algo que te iba preparando para lo que terminaría ocurriendo a lo largo de tu vida. No como ahora, cuando se invita a toda la clase al cumpleaños y el primer día que tu hijito hace un ejercicio en gimnasia sólo porque en la clase son impares le llevas a un sicólogo. Para que te diga si va a quedarse como Forest Gump porque le hacen bullying.

Celebrar tu cumpleaños era sentarte en la mesa principal y comenzar a recibir regalos como si fueras un sultán. El principal orgasmo lo tenías cuando abrías el Super Humor, que era lo mas fashion que te podían regalar entonces. Después del rito te atiborrabas a chocolate que era entonces un producto de lujo que sólo degustabas a domicilio. Para empujar, panecillos tostados con mantequilla y mermelada (en Gerni sólo había churros durante las Barrakas que llegaban por Andra Mari).

Tu ama, que basicamente iba a pagar, reclutaba alguna compañera que le diera conversación y apoyo sicológico para retener a las hienas hasta el momento de apagar las velas. Tus colegas vociferaban el Zorionak Zuri, del que siempre me ha asombrado su capacidad de adaptación (encaja igual tu nombre re llames Anatolio, Graciliano o Jon) y salías propulsado por las calorías del chocolate. A jugar en la calle que es donde de verdad transcurría la vida.

Dice Chica9 que ella tomaba chocolate los viernes. Entre el baño (único día en el que te lavabas el pelo) y el Un, Dos, Tres de Kiko Legard. Incluso que había un local en Hurtado de Amezaga, el Txakala, donde podías comer chocolate con churros todos los días del año.

Pero claro, eso era la capital. Y no te regalaban Super Humores

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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