SEXTA DE CCGG: Y LEOPOLDO EN SALAMANCA

Y Leopoldo en Salamanca, pensé en el mismo  momento en el que cerramos la tarde más épica que haya presenciado desde el tendido 5 de Vista Alegre. Y aseguro que son unas cuantas. Me imagino que la asociación de ideas brotaría imaginándome la forma en la que, con su verbo fácil, hubiera glosado las hazañas del superhéroe que piso ayer el albero de Bilbao. Con su empatía contagiosa hubiera tardado dos horas y media en salir de la plaza, pasando de un nenúfar de aficionados a otro hasta llegar al coche. Más exhausto que el propio Roca Rey.

Andrés Roca Rey, peruano, 25 años. Simbolizó el nudo gordiano del espectáculo de masas, en la que estas se acercan a la plaza a admirar las hazañas o la maestría del protagonista, las mismas que ellos no serían capaces. Si el espectador intuye que lo que está viendo es fácil o está adulterado, el duende se esfuma.

Cualquiera de los aficionados presentes contemplamos a un ser sobrehumano protagonizando un esfuerzo titánico fuera del alcance de la razón. Y eso propaga la sugestión de los acontecimientos que intuyes como únicos. Ni pestañeas, imantas las retinas a lo que acontece, so pena de perderte el fotograma final. Aquel que dictaminé si el sacrificio culmina con gloria o fracaso. El anverso y reverso de la propia existencia de cada uno.

Tuvo la tarde aroma de película de Hitchcock. Con su introducción, nudo y desenlace. El sobrero grandón y destartalado que sustituiría al tercero con un pitón partido sería el canalla, ese scarface que vapulea al héroe de una forma ventajista y abusona. Las cuadrillas y compañeros de terna se encumbran como los amigos del protagonista que le auxilian y dan cobijo en sus momentos más negros. Sus cuidados permiten a éste recomponerse en la enfermería y afrontar una batalla final, en la que, después de estar al filo de la muerte con la mitad del cuerpo fuera del precipicio, invierte las tornas para imponerse y tomar venganza de la afrenta tumbando al malhechor de un espadazo. El climax se desata.

Anudamos nuestro destino al del protagonista. Sufrimos con él al verlo impedido físicamente, nos conmovió aquel derroche delirante de valor seco al clavarse de rodillas con riesgo cierto de no levantarse. Contemplamos aterrados como el amigo del héroe, Paco Algaba, puso en juego su vida para salvar no se si la de Roca Rey pero si al menos la integridad de su aparato motriz.

Javier Cercas en un ensayo respecto al 23F disecciona la anatomía de un instante. En la tarde de ayer me gustaría hacer lo mismo y detenerme en ese en el que, antes de la lidia del sexto toro, Roca abandona la enfermería para avanzar lastimosamente por el callejón hacia el burladero de matadores. Magullado, capitidisminuido, infiltrado, arrastrando la pierna, y con el rostro mancillado. Era la viva imagen del ecce homo que avanzaba en trance hacía el monte Gólgota. Expectación, intriga y desasosiego pugnando por imponerse en el imaginario de los que ayer sí llenaron Vista Alegre.

El celuloide nos mostró la historía más antigua del mundo. Aquella en la que un hombre salta la razón para asustar al miedo. La clave de su éxito es la autenticidad. Era consciente, él y los demás, que podía quedarse allí.

Ya en los títulos de crédito, podemos señalar que la presentación de la corrida fue indigna para Bilbao, que Manzanares dejó escapar un lote de triunfo en medio de probaturas y desconfianzas, que El Juli se impuso magistralmente a un bronco oponente. Que el paseíllo por el ruedo de los JOTABIs (jóvenes taurinos bilbaínos) me parece un trampantojo de la realidad de la fiesta (domingo, lunes y martes la pancarta estaba huérfana de JOTABIs como se muestra en la foto)

Pero hoy todo eso son despojos irrelevantes.

Solo hay cinco palabras; ANDRÉS ROCA REY TORERO MACHO.