PERDICES

Como si fuera una transfusión para taponar el flujo sanguíneo de matrimonios tras la hemorragia de separaciones pandemicas, se han puesto de moda las bodas.

La mass media advierte de que ya no puedes comer perdices un sábado por el overbooking en restaurantes, ayuntamientos e iglesias que luzcan. Porque siguen casándose en secreto catolico, aunque no vuelvan más al templo, que para algo brillan más.

El aluvión de bodas me trae a la cabeza varios recuerdos. El primero el de un amigo que decía que la peor decisión que podías tomar era la de liarte con alguien en una boda. Fuera chico, chica o nigromante, todo lo que vieras de esa persona a partir de ese día, en el que todo el mundo va monisimo y acicalado, será para peor.

Otra edad complicada era aquella en la que vivías en una boda continua, la de tus amigos y las amigas de tu pegada. Básicamente, trabajabas para pagar regalos de boda en los que invertir el total de tu salario. Esos que comprabas en la lista de bodas de El Corte Inglés (tardé años en descubrir que era de pega) en donde quedabas como un Buda comprando media yogurtera.

Siempre había un amigo soltero vocacional que, completamente achispado, se quejaba amargamente de que llevaba invertido un quintal cuando a el nadie le regalaría nada.

En aquellos tiempos, la calavera de la oca era que te invitaran a una boda de los tíos de tu pareja en un pueblo de Extremadura durante la canícula. Te amustiabas un par de semanas antes pensando en la inversión tan penosa de tiempo y dinero (nada abundante entonces) que ibas a perpetrar.

Envejecer tiene una cosa buena. Ya nadie te invita a bodas. Me imagino que la gracia divina durará hasta que se casen tus hijos o los de tus amigos. No puedo más que emocionarme con ese remanso de paz vital.

Cuando no puede haber nada más insuperable, y sobre todo, confortable para tu entorno que es casarte, por ejemplo, un martes de enero en una notaría de Soria, rodeado por un testigo traído a lazo y otro, de pega, al que conoces ese mismo día.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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