A modo de juramento hipocrático que asumimos al desprecinte de este blog, nos conjuramos en la defensa del descatalogado. No lo circunscribiamos a seres vivos y semoviemtes, sino que también abarcaba la materia inerte.
Y uno de los complementos que, objetivamente, han caído en desgracia es la corbata, otrora seña de poderío. Actualmente, au uso se circunscribe a las siguientes tribus urbanas:
1) Los bedeles y demás trabajadores uniformados que, a día de hoy, no han podido proscribir la prenda y penan con ella los calores de la canícula.
2) El espécimen de hombre vago y costumbrista que lleva poniéndosela toda la vida y por pura pereza no se apea de la tradición. Se le puede detectar sin problemas porque la última que compró data de cuando Clareta Petacci fue ahorcada a la vera del Duce en la gasolinera.
3) El joven que desvirga su primer trabajo estrenando un traje que no está hecho para el y una corbata cuyo nudo pierde toda su tensión allá para la hora del Ángelus.
4) El clown de la pareja de payasos que hace de serio. Al bufo le vale con una corneta, bocina o instrumento de viento.
5) El asistente ocasional a eventos, especialmente a bodas. El mas casta de entre ellos suele acabar con la suya puesta en la cabeza al estilo Orzowei.
6) El gentleman que la ha llevado toda la vida y para lo que le queda decide morir con las botas puestas. Es el mismo que no se pondría un pantalón corto dentro del perímetro de la ciudad así que lo mataran
Visto así se pierde algo tan entrañable como aquel momento en el que, para la primer puesta, te juntabas con tu Aita frente al espejo y te introducía en la materia. Aquel primer nudo Wilson era una argamasa de espíritus muy superior a las más sesudas conversaciones que hubieras podido mantener con el jefe desde el dia en el que naciste.
Mi amigo AU, con el que eché los dientes en el poblado, reivindicaba el nudo Kelvin como una especie de legado que viajaba con ellos generación tras generación. Al estilo de seña de identidad con la que herraban a fuego vivo a los que lucían su apellido.
Nunca supe ni còmo era ni porque su familia reivindicaba aquella lazada como si fuera el Santo Grial.
Aunque tambien es verdad que a su Aita le llamaban Chesman, por lo que algo raro tenia que haber.