FESTIVOS

En los festivos de calendario al pueblo se le saltan los costurones de la rutina, lo que le hace andar extraviado.

En los domingos, a fuerza de repetirlos durante tu vida, vas acumulando costumbres. Que si remolonear en la cama, que si traer churros o cruasanes a la parentela, que si salir a correr, andar en bici o arrancar el coche. Las tardes han sido clausuradas con la única excepción del deporte en vivo. La basca llega entre las tres y las cuatro, con un puntito de efluvio alcohólico tras la riada del mediodía, y cierra las persianas a las seis para ver si hay suerte y se duerme la prole engañada con la falta de luz. Asi, dejan organizar la logística de la semana, que todo domingo viene de serie con su cosecha de monstruos que van creciendo en la medida en  que mengua el día.

Las modas dominicales han ido cambiando. Antes eran jornadas de misa mayor, poteo y socialización de paisanaje. Txistularis con Kaiku de atrezzo para las fiestas mayores poniendo en pie a los trasnochadores con su diana. Los hacendados limpiaban su coche con bayeta y abrillantador en una cuneta de parking gratuito, después de comprar el suplemento dominical en el kiosco de guardia. Se visita a padres y suegras en casas y residencias,  paella familiar de todosauna (siempre con el mismo sabor que no mudaba un ápice a pesar de que empezó en tiempos del Technicolor).

Las fiestas de guardar no tienen nada de eso. Con el paso de los años se han quedado más desnudas que un concursante de La Isla de las tentaciones a media noche. Por ejemplo, el día de Todos los Santos peregrinabas junto con los tuyos a los distintos camposantos en donde se esparcian tus antepasados. Lugares atestados, aroma de rito repetido una y mil veces, solemnidad rancia. Tonos oscuros en la vestimenta sin concesiones al colorido. Liturgia gris que nadie se planteaba por qué se hacía porque se había hecho toda la vida. Tradiciones de aluvión.

Llegabas a casa y te tragabas el Tenorio de Zorrilla que solía protagonizar un galán preñado de donosura como Juan Luis Galiardo. En blanco y negro, para no dar pábulo a malos pensamientos o maquinaciones falsarias. Nadie se planteaba qué hacer porque la partitura estaba escrita en todos sus renglones.

Ahora, los festivos vienen sin ritual. Eso explica que me haya cruzado esta mañana con una colección de zombies madrugadores (de los que no salieron ayer en el Halloween que he esquivado prudentemente al lado de Chica9) en la búsqueda de un trozo de vida que zamparse. Les han cambiado las reglas de la partida a medio juego. El periódico viene sin revistas para parienta y sin suplementos con el que tapar los fondos de baldas y armarios. No saben si, por se lunes, el garito en el que ejercen de parroquianos los domingos, abrirá o no. Se enfrentan a un abecedario sin letras para el que no están preparados. Sólo les queda intentar que las horas pasen rápido y nos metamos en un martes laborable. Y a prepararse para el puente de la Constitución, que es ya el demasie.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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