PADRE (El día del)

Ayer leía a Rubén Amón, taurino clarividente, cuando reflexionaba sobre la figura paterna en nuestra sociedad de hogaño.

Coincido con él. El rol de padre tiene encima más jirones que los pendones de los tercios viejos de Castilla.

Euskadi ha sido de siempre un matriarcado y eso marca. Muchas veces lo imponía la necesidad, aquellas etxekoandres de puerto arrastradas a simultánear másters en económica, doméstica y bancaria, en lo que duraba la costera del túnido. Dejaron para el mundo jurídico, una categorización, la del poder de ruina, aquel tan general cuyo mal uso puede arruinar al poderdante, aunque muchas veces fuera este quien arruinaba a su vuelta del índico

Otras, el puro instinto de subsistencia, el que a estas alturas no tenga claro la superioridad de la raza femenina respecto a la masculina es un cretino que sigue pensando en la doble blanca es la mejor ficha del domino.

La realidad es que en nuestros lares el papel del padre en la familia puede definirse como un término piltrafilla. Que sólo toma cuerpo por evocación, cuando la madre dice aquello de ya verás cuando se lo cuente a tu padre. O se amerita por la vía del repentinismo, conductor exaltado que sale del coche con ganas de bronca o necesidad de kilowatios cuando hay que mover de sitio la cómoda (nombre que supone un descojono en si), momentos puntuales en los que la fuerza bruta toma un protagonismo que nadie desea.

Algunos pensarán al leer esto que en la generación de sus padres la relación estaba mucho más dispareja y no puedo estar más en desacuerdo. Hablo de mi aita porque las generalizaciones son siempre peligrosas. La sociedad, que no mi ama que al fin y al cabo era un mero altavoz de la sociedad, le exigía un objetivo; garantizar el sustento económico para los suyos y algún sueño de pascuas a Ramos. Y como entonces no había internet ni You Tube y en TV no salían One Direction y Lady Gaga sino Torrebruno y Rafaela Carra, la gente soñaba menos y siempre en blanco y negro, con lo que cumplir con aquello no se convertía en un quinario.

Nuestra generación en cambio es la del padre incompetente. Ese que se queda a media distancia, que como saben los buenos aficionados, es táctica ventajista de toreros perfileros en la busca de provocar arrancadas del marmolillo. Ni eres padre a tiempo completo, porque la dinámica del trabajo moderno donde los gongs proceden del teléfono o el parpadeo del e mail recibido, ni cuentas con un objetivo desbrozado cuya consecución te indulte.

Te conviertes en el clown del número de los platos voladores del circo. Te embebés en una gymkana por llegar a ser marido, profesor, padre estricto, comprensivo, agencia de viajes, entrenador deposrivo, comprador en amazon de productos de quinceañeros, médico con vadenecum en Internet, e incluso en tu ensoñación piensas que en alguna constelación futura vas a entender a la pedorra del grupo de whatsapp del colegio que se empeña en dar los buenos días cada mañana sin conocer a los participantes.

Así, al enésimo viaje en el que la vajilla se hace añicos compruebas la puerilidad de tu intento y te resguardas en lo único que te queda, la dignidad del subalterno leal. Te conviertes en uno de esos puntilleros con piel cetrina que obedecen al matador sin cuestionarse la orden. Que para eso es el matador y a ti siempre te quedará el dibujo coloreado del día del padre. El que se autodestruye con las campanadas como el disfraz de cenicienta.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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