PARQUES

Estamos desmontando la sociedad del ocio ladrillo a ladrillo. Hasta tal punto que nos hemos trasladado de los bares, restaurantes, cines y terrazas hasta los parques. En mi ronda urbana de ayer estaban atestados, niños en los columpios, padres, aprovechando la coartada infantil, para intercambiarse latas de cerveza y pitillos. Nueva normalidad. Incluso un día me acerque con Chica9 cerveza en ristre a uno de ellos a leer una revista.

La gente joven se ha asentado en explanadas o cualquier otro parterre donde subsista media docena de mesas de merendero, ese mobiliario urbano a prueba de intemperie y vandalismo. Elección basada en que, hoy en día, es la localización que mejor admite el troleo de ese fuego a discreción de normas que les disparan. Solo para coartar la posibilidad de ser jóvenes durante unos años en donde disfrutas de un equilibrio potencial personal/ausencia de problemas que nunca volverá.

Se amontonan en torno a una mesa que ha pasado a ser artículo de lujo. Seis sentados para impostar cumplimiento, y una caterva danzando alrededor. Con las mascarillas en la barbilla o a modo de antifaz, valiéndose de la añagaza de estar fumando, bebiendo o comiendo. Cuando lo único que quieren a estas alturas es seguir viviendo.

Al pasar, y antes de que me miren con aprensión por si pertenezco al encaste de chivatos y guardianes de la moral ajena, acelero, y concluyo que les entiendo perfectamente, Incluso, trato de razonar, hubiera hecho lo mismo si esta barbarie, que nos llega de no sé qué parte, hubiese acaecido en aquellos años de Gernika en los que, como ahora ellos, me creía iba a ser capaz de doblegar los costurones de la sociedad conservadora. Hay algo terco en ellos, pienso un momento. Están apurando el último momento de dignidad, pienso también.

Los jóvenes constituyen nuestra resistencia. Son el maquis subido a la sierra para no tener que asumir una sociedad átona, sin sueños, con la realidad pintada en sepia, y conversaciones enlatadas donde, como un disco rayado, sólo se repiten letanías como ERTEs, vacunas, confinamientos o contacto con positivos. Reniegan, por necesidad rebelde, del mundo de unos mayores en los que los amigos no se ven, la onda expansiva de los ingresados cada vez te pilla mas cerca, y se repiten discusiones en las calles o en las tiendas por no guardar las medidas de seguridad o no tirar de un bote de gel con forma de campana en donde ha podido dejar el virus cualquiera de los cien mil que lo ha tocado esa mañana.

Con mayores que pasean solos por las tardes y han suprimido la tertulia que mantenían cada semana, así como cualquier tipo de manifestación social que servia para recordarles que seguían vivos. Y habitantes de las grandes ciudades que ya no bajan nunca al centro.

A los jóvenes les tiene que sorprender el borreguismo de los viejos (para un joven es viejo todos aquel que no es joven). Esa adaptación silente a las normas de toda la sociedad, que ha aceptado los decretos de confinamiento sin rechistar; aplaudía a los sanitarios por las tardes y se negaba a bajar al bar de la esquina siquiera por miedo al contagio.

Ellos están inmersos en una especie de universo paralelo. Intercambian mensajes todo el día; les bufan las tasa de contagios por habitante, la ocupación de las UCIs de los hospitales de la Comunidad; que gerifaltes se ha colado en la fila de las vacunas o la tabarra de la cogobernanza,

Cuando ya estoy lejos, escucho sus gritos, sus risas, el pavoneo de ellos para tratar de impresionar a ellas lanzando testosterona (como siempre se ha hecho en un alarde infantiloide) el intercambio de paquetes de tabaco, de packs de latas de cerveza.

Son mas felices. Mucho mas. Definitivamente.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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