LA QUINA

Cuando éramos canis, las cenas de navidad se clausuraban con juegos de mesa. Sentados tras el consumo, con surtido de polvorones y de turrón de Jijona, el duro y el blando, cortado en bandejas. Y profusion de licores de los de antes, Moscatel, Anís, Cointreau, Coñac y Brandy y no las invenciones importadas de hogaño.

Reunión inter generacional, porque aquel día la abuela no se dormía pronto, ni el abuelo se retiraba a escuchar la Hora Veinticinco de Carlos Llamas. Y los pequeños tenían pase pernocta y podían alargar la sobremesa. Siempre se incorporaba a la partida algún vecino que en aquellos tiempos las puertas de las casas traspasaban más que las de ahora, donde ya no se habla ni del tiempo en el ascensor,

Naipes como el Chinchón, con el avispado de la familia haciendo cuentas en un folio para ver quien se reenganchaba, los Seises, el preferido de las nuevas y viejas generaciones por ser de dificultad imberbe o la mítica Brisca de casinillo. Pero si había una protagonista era la Quina, que es como en las casas ochenteras se denominaba entonces al Bingo.

Solo se jugaba a la Quina en navidad. Las bolas aguardaban en una bolsa de tela con cordel, porque el bombo solo existía en el sorteo de navidad. Recuento inicial por si alguien se había tragado una bola las navidades pasadas con el polvorón e inicio del juego. 

Siempre había un voluntario para cantar los números. Los principales eran coreados por las madres y abuelas, que si el 15, La Niña bonita, el 22 los dos patitos, el 33 la edad de Cristo al morir, el 13 Cara Sucia o los extremos del 1 el mayor del mundo y el 90 el abuelito.

Había un problema con el ritmo de la extracción. No podía ser el mismo el de tu abuela que estaba medio tapia y achispada con el moscatel que el del novio de tu tía que se había recorrido media red estatal de bingos en el último año porque, aunque ahora parezca increíble a la chavaleria, hubo un día en el que el bingo era trending topic en el pais.

Otro de los conflictos surgía también con la tasa que se ponía al cartón. Tu abuela, superviviente de la guerra civil y criada en el precario abogaba por una peseta, (tras la supresión de la de dos reales con Palma y agujero era de menor valor de las de curso legal) porque lo importante era divertirse. A los mayores aquello de jugar por menos de cinco duros les parecía una astracanada. La partija del premio de  línea y bingo la ponía el de los números de la familia (que en todas hay uno) y a mover la bolsa.

También se discutía por si durante la partida se podía o no hablar, un clásico porque siempre hay gente que no calla y aquello descentra. Otra era las llamadas al orden a tu ama que estaba trajinando en la cocina intentando poner orden en el zafarrancho de platos y cubiertos que había dejado el jolgorio y a la que se reclamaba con un grito de Venga, que empieza la partida.

Preguntas repetidas todos loa años como, solo vale la la primera línea? Peticiones majaderas de cartones como dame uno con el 27 que es el día en el que me case y mucha felicidad. Barata pero auténtica.

Los números de los cartones se tapaban con fichas (al principio), porque cuando iban menguando por los rigores del paso de los años se utilizaban los miticos garbanzos de puchero que elevaban al equilibrismo el movimiento de cartón.

La partida iba perdiendo parroquianos. La abuela a ver la Misa del Gallo o el programa de variedades de nochevieja, ese que había sido grabado en verano. El pequeño, del cansancio, se había quedado dormido encima del cartón y le habían pasado tres líneas y un bingo.

Un año más, y aquello unía.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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