DIECIOCHO

Número par. No demasiado popular. De los que pasan desapercibidos, más o menos como Enrique el de Verano Azul, que allí iba con su perenne bicicleta en todos los capítulos pero perfectamente podía haberse quedado en casa.

Hay uno cada, mes y cada año. Incluso, puede que una persona cercana cumpla años ese día, pero solo en uno hubo ruido de sables y solo a partir de uno un reguero de sangre llevó a una dictadura ominosa, a esa paz que proganaban los vencedores cuando apretaban con su bota el cuello de los vencidos.

Se han escrito bibliotecas sobre el antes, el durante y el post de aquella fecha. Parte me las he leído como para hacerme concluir una gavilla de ideas. La primera, que, una vez comenzada la guerra, uno de los grandes culpables del resultado de esta, fue un bando republicano, que andaba más preocupado de discernir lealtades y atribuir jerarquías. La segunda que la represión a los vencidos en la postguerra fue brutal e innecesaria.

Y la definitiva, que el régimen que llamaron franquismo, no solo no tuvo que empezar, sino que se hizo eterno, con un tardofranquismo que demostró la incapacidad que tenemos los latinos de dar materile y sagrada sepultura a aquello que ya está muerto.

En su aniversario, no puedo dejar de asombrarme de cómo una sociedad como la actual, que se encuentra en las antípodas de la del treinta y seis, puede clonar las dolencias sociales y políticas que ochenta años antes dejaron el árbol del país reducido a esquejes rotos, con una tierra fragmentada en dos.

De cómo esa fragmentación, a modo de cráter, se va ampliando cada vez más, de forma que, como ocurriera en aquella bíblica Torre de Babel, los de las dos Trincheras no solo no se entienden, sino que no se escuchan. Cambian las soflamas, se purifican las formas, pero la idea que subyace es la misma, desprecio ideológico del contrario e imposición violenta de un modelo de sociedad.

Solo detecto una diferencia en la podredumbre del mensaje que aúllan ambos bandos escondidos en sus casamatas de donde se resguardan del fuego ajeno. En el treinta y seis, uno de los totems que condujo al alineamiento en una u otra trinchera fue Dios. Obsérvese si no, los problemas del PNV para asumir, tras el avance del conflicto y la caída del norte, la deriva ideológica de sus comilitones.

En época de virus, hay que admirar la residencia del virus del dieciocho. Sigue, no pletórico, sino colérico, auspiciado por tanto mangante que no supo aprender de la historia.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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