BARBERÍAS VINTAGE (Homenaje a Apache y Mota)

Es el negocio que más han cambiado desde que éramos canis. Las de los setenta y ochenta eran oscuras porque siempre estaban semi iluminadas por flourescentes que cegaban más de alumbrar.

Atendidas por peluqueros que invariablemente respondían a uno de estos dos roles, o malas pulgas que no soltaban una palabra extra ni en un interrogatorio del Mossad o versos sueltos que no paraban de atufar durante todo el corte. Siempre entoldados con un guardapolvo de color neutro, azul cielo o verde jade con más batallas que los zahones de El Cid.

Su decoración era propia del estilo ahorrativo de la época, Dos sillones de peluquero giratorios y espejo frontal para que ejecutor y ejecutado fuesen comprobando la faena. Bajo el espejo repisa donde descansaban todos los útiles del rape. Había algunos tan míticos como el cuero donde se afilaban las navajas de plástico afeitado o los polvos de talco que se aplicaban a la piel en aquellos poros donde la dejaban yerma de pelambrera. 

En la pared contraria y estratégicamente colocadas de forma paralela al rectángulo donde se aplicaban al tajo, había dos o tres sillas con un revistero en la mitad, donde nunca faltaban, por pura selección natural de los habitantes de la localidad aventuras de Mortadelo y Filemón, (para el infantil) el Muy Interesante, (para el sabihondo) y el Interviú (para el salido).

Igual que ocurría con los dentistas, se cogía turno pero nunca se cumplía. Te citaban a las doce, pero entre que el anterior era un greñudo que además se afeitaba y que se te colaba un señor que tenía una comunión, aquello era un drama. A la espera del turno podías pasarte toda la mañana o tarde. La mitad en la que andabas distraído con las curvas de Marta Sánchez en el Interviú aquello te resultaba pasajero, hasta que el peluquero, que en los pueblos siempre tenía alguna relación de tu padre, se amoscaba de tu querencia por los reportajes de investigación, te daba el cambiazo por el Mortadelo y, claro, aquello no era lo mismo.

Uno de las características propias de aquellas barberías es que eran peluquerías de autor. Vamos que te cortaban como le daba la puta gana al que blandía las tijeras. Si hubiese sido un tendencer o un personal manager aquello podía haber tenido un pase, pero es que en Gernika eran personajes llamados Apache, por lo de los Sioux o Mota el padre del vocalista del mítico grupo local Xe Osti. Por lo que la estética dependía del número de vinos que se hubiese calzado en el chiquiteo, la mala hostia con su parienta o la cola de gente que tuviese esperando. 

Así que salías con una mohicana, un flequillo franciscano, o una chuleta de la que se descojonaba la mitad de tu clase. Lo peor es que tu madre te reprendía preguntándote porque no le habías dicho nada o te habías quejado. Porque no me iba a hacer ni puto caso pensabas silente mientras aguantabas el chaparrón.

Ahora no es que las frecuente demasiado por razones obvias, pero me da como para admirar las barberías desde el escaparate. En el centro de la ciudad, ocupando los mejores locales. Luminosas, con cristaleras, nombres anglosajones pretenciosos como barber shop, rodillos tricolores en el letrero, displays anunciadores,..

Y lo que más me choca, atendidos por unos buenorros/buenorras con pinta de hipster, ataviados con unas estolas de diseño que te dan ganas de secuestrarlos y llevártelos a tu casa a modo de concubinos/as.

Eso sí, hay que reconocerles un mérito. Junto con la Gimnasia Rítmica son las dos únicas disciplinas que han aguantado estoicamente en modo unisex sin dejarse arrastrar por esa tendencia absolutamente abrasiva en la sociedad de nuestros días, en donde todo tiene que ser igual para fémina y varón. Constituyen reservas espirituales del hombre y la mujer.

Tengo pendiente un post sobre esas peluquerías de señoras setenteras, ubicadas en un piso que se identificaba con el luminoso con forma ovoide de Wella en la ventana. Donde las entonces amas de casa pasaban seis horas en comandita entre secadores de permanente, rulos y papel albal de mechas, mientras tu pensabas que por el tiempo que había pasado tu madre se había ido a la guerra o a ver al papa a la Basílica del Pilar de Zaragoza. Y eso que tu madre te dejaba un teléfono para urgencias que en aquellas seis horas sin ella como timonel todo te parecía una urgencia.

Me pregunto lo que pensarían Apache o el bueno de Mota el de la barbería de Rentería si supiesen que su lugar en la sociedad lo ha ocupado un hipster de barba atildada, vestido con tirantes y pantalones de pescador. Lo mismo se mueren del susto o le largan una hostia por intrusismo profesional y, sobre todo, por dejarles sin sitio en la modernidad.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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