MOSTRARSE

Esta sociedad se divide entre mirones y exhibicionistas. Estos últimos buscan la identidad perdida detrás de los instagrams, los blogs, el facebuuk, los fotologs y todas las palabras terminadas en log que se te puedan ocurrir.

Hay una amiga de chica9 a la que reconstruyes las vacaciones con el collage que puedes montar con la colección de fotos que adosa en su instagram. Te saldría un lienzo con a dimensión del Gernika de Picasso. Que si plátanos con chocolate en el desayuno del hotel, que si sus hijos por delante, trasera de sus hijos, instantánea de copa de vino al atardecer, disfrutando de pescadito de noche.

Eso sí, todas etiquetadas por si no te has coscado y despliegue de emoticonos y corazones para pregonar la felicidad. Que es algo que se siente o no, pero que tampoco da para hacer un bando. Me imagino que cuando le pregunten que tal las vacaciones contestará que han sido un estrés, todo el día subiendo fotos. Eso sí, al de un mes no recuerda ni dónde ha estado. Lo único importante es que se sepa.

Por lo menos antes, la tabarra de las fotos se permitía no más a los recién llegados de viaje de novios. Te turraban con sesión de filminas (otra palabra descatalogada) que puestas una detrás de otras abarcaban toda la geografía de Kenia, pero si aguantabas sin dar una cabezada en la oscuridad del salón, te invitaban a cenar con vino bueno. Resto y reliquia de la boda.

Pero es que el universo actual es un espejo opaco para millones de sujetos que no se ven reflejados en los medios ni en la agenda con que estos alimentan su vida diaria. Y claro, tienen que buscar la pantalla en la que proyectar sus delirios de grandeza y el púlpito desde el que mostrarse. Dicho de otra forma, un modo de reconocerse en medio del veloz baile de máscaras de la modernidad.

Puedo entender el fenómeno entre unos adolescentes que, como nos ha ocurrido a todos, están enzarzados en la batalla de descubrirse a sí mismos, etapa en la que todo es grandilocuente y binario. Lo que no paso es por que el éxito social del ciudadano se forje a golpe de acumular likes o dislikes. O que estas herramientas estén llamadas a forjar la configuración de la cultura cotidiana de una generación que arde gustosa en la hoguera de las vanidades. Se que es un intento baladí porque ya han dinamitado, sin marcha atrás, las formas de producción, consumo y socialización de la imagen, pero por lo menos dejarme que me reivindique como un agnóstico de la imagen social.

La vida cotidiana de las personas se ve condicionada por la omnipresencia de sus propias imágenes (no sólo de las creadas por ellas, sino también en las que aparecen) en la ionosfera de la red. Y de la facilidad del acceso a las mismas surge el miron al que se le disparan unos impulsos voyeuristas, que por otra parte son tan prototipicos de lo que siempre ha sido un país de porteras.

Y donde quedamos aquellos cuyo único objetivo es no salir jamás en La Mirilla. ¿Nos permitirán vivir en paz sin mostrarnos?

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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