FESTIVAL EN ORDUÑA. RECUERDO A FANDIÑO Y UN NATURAL DE CURRO DIAZ.

Vaya por delante que detesto los festivales. Idolatro demasiado al toro bravo para soportar que se desmoche sin ton ni son. Por mucho que el serrucho se deslice sobre aquellos ejemplares gachos o con taras que impidan colocarlos en plazas de tronío.

No obstante, nobleza obligaba esta tarde a desplazarnos hasta la Ciudad de Orduña y rendir postrero recuerdo al mejor torero vasco de la historia, D. Ivan Fandiño Barrios. En lo que, además, constituía el estreno de la diezmada temporada bizkaina de 2018.

Dicho lo cual, todo análisis que se realice de la tarde ha de estar, necesariamente condicionada por el recuerdo al león de Orduña, que sobrevoló sobre la tarde sobre el coqueto coso construido a las faldas de la Virgen de la Antigua.

Abrió plaza el rejoneador Diego Ventura, con un jíbaro ejemplar de José Luis Pereda que no recabaría demasiadas adhesiones en un concurso de belleza. Por si fuera poco, decidió renegar de la llamada de la sangre brava, para, cuan marmolillo, atornillarse en los medios, proclamando que aquel cirio no iba con él. Tiro Ventura de solvencia y, mostrándonos su magnífica cuadra de caballos, corto un apéndice del semoviente que, antes de tirarse, seguía preguntándose quien era el balarrasa le habría llevado hasta allí.

Enrique Ponce, entronizado en la cima celestial del toreo ejercito, una vez más, el arte de la prestidigitación para arropar la cansina embestida del enclasado Garcigrande que le toco en turno. Un ejemplar capaz de emular las andanzas del toro Fernandino de la factoría Disney. Derroche de temple, sobre todo a izquierdas, para terminar, marrando a espadas. 

Curro Díaz, linarense con arte, enjareto al de Cayetano Muñoz, nada más enfrontilarse con el por la zurda, el natural de la tarde. Aún lo estoy sintiendo en mis papilas gustativas. A partir de ahí, con el toro más hosco y cabeceador, volvió a ser el torero del “a punto”. Siempre muestra su torería, hace albergar esperanzas para terminar quedándose con la miel en los labios. Y ya van....

El huracán de El Fandi se apoderó de la tarde en terreno conquistado. El bonancible público de la ciudad aduanera se deleitó con ese derroche de entrega y facultades al que acostumbra el torero granadino. Contribuyó a su éxito el sainete de las banderillas. Terminó por cobrarse el pulso con la presidencia en el mayor de los homenajes que se hiciera durante la tarde a la rebeldía de la que siempre hizo gala su verdadero protagonista. A quien brindo celestialmente el par de la discordia. Después de matar certeramente en la suerte de recibir, se dilató con el descabello, indultando al del palco de la sonora bronca que sin duda le esperaba.

El local Abasolo no terminó de encontrarse en el saludo capotero, para lo que sin duda influyó la dimensión, propia de carpa del Circo Ringling, del engaño que portaba. Anduvo combativo en el último tercio, para cobrarse una paisana oreja del Jandilla, probablemente el primero de esta sangre que habrá despenado. Esperemos, aun no teniéndolas todas con nosotros, el trofeo le sirva para seguir vivo en el circuito.

Pasaporto la tarde, por imperativo legal tratándose de un festival, el novillero de Trujillo Jose Rojo. Un misterio indescifrable, al nivel del de la sábana santa, el desescrutar la ignota razón por la que se llevó el ejemplar más ofensivo del encierro. Bastante hizo con evitar las zumbonas acometidas del burel de Mollalta, cuyo pitón derecho reclamaba el haber cursado la selectividad en el escalafón. Cuando el chico entendió que no era Orduña el lugar adecuado para perder el oremus, el color de su rostro andaba ya viajando por la sierra de Francia.