FEMINIDAD

Nací en una sociedad misógina y homófoba. La que se estilaba en la Bizkaia profunda de los años setenta. Donde primaba una masculinidad preñada de testosterona, que, reforzada por una cultura judeocristiana, sublimaba al macho. Incluso, cohabité con los estertores de una legislación por la que la esposa había de obtener autorización marital para disponer de fondos en el banco, trabajar o viajar allende fronteras.

Aún y cuando, la evocación de estas remembranzas deriva del ruido de sables avivado por la sentencia de “La Manada”, ya bullía en mi interior, desde la portentosa exhibición de unidad femenina que acaeció en el último 8M. 

Probablemente, y sin ni siquiera imaginarlo, aquel estado de opinión, que, entonces, nadie se cuestionaba, contaba con su origen más remoto en un miedo a la innata capacidad que atesora la mujer. Nada más superé esos años de estupidez adolescente, que en mi caso brotaron con especial virulencia, tardé poco en darme cuenta de que el potencial femenino da mil vueltas al masculino. 

Quizás en la prehistoria, donde primaba el gen recolector/cazador, el asunto fuese distinto. Pero en una sociedad, en la que prima el sentimiento, es mucho más importante, gestionar emociones, que imbuirte en una competición verraca por saber quién la tiene más larga. Dicho de otra forma, compensa más ser cooperativo que ser competitivo.

Así, estoy convencido que, junto con la de las tecnologías de la información, la transformación más importante que he vivido en mis cuatro décadas largas de vida es la del fortalecimiento de lo femenino respecto a un machismo agostado que ya boqueaba. Y lo más importante, es que ha exigido que la sociedad abordase su propio Akelarre, en forma de introversión, para evolucionar a partir de la asunción expresa de lo erróneo, de la amoralidad que encerraba el dogma previo. 

Quien lea estas líneas, opondrá que queda mucho por hacer. Por supuesto. De lo pendiente, el diseccionar en las entrañas de las cuestiones de género donde está lo genético y donde lo cultural. Para, asumiendo lo primero, trabajar lo segundo. En este sentido, me parece por ejemplo, un dislate, esa reivindicación categórica de las cuotas en política o la empresa. Puedo entender la pelea por la reconquista de un terreno perdido, pero sin olvidar que no hay nada más discriminatorio que la imposición. 

Como postrera reflexión, siempre he querido que mi carácter se pareciese al de la mujer. Pero no como en los pueblos, cuando en los carnavales el más machote termina disfrazándose de mujer, rubia y neumática claro está. Sino por convicción. Y es que todo el mantra que me inocularon de niño, y que aún sufro cada día, ese por el que tengo que ocultar mis emociones para que nadie perciba mi debilidad, sentirme poderoso y no llorar, por ser de nenazas, hace demasiado tiempo que me parece un auténtico latazo. Además, me he dado cuenta de que me capa como persona hasta convertirme en un eunuco emocional. 

En este sentido, he de reconocer también que tengo envidia “malsana” por la sexualidad femenina, que, por mil y una razones, me parece mucho más plena y poderosa que la masculina, tan limitada como efímera. Por necesidad rebelde, tiendo a rebelarme a aquello de verme privado, por una mera cuestión de género, a no alcanzar jamás el gasto espiritual o estado melancólico, que en Francia han acuñado como “le petit mort”.

Por todo lo dicho, toca tirar de curiosidad. Y que está gane al miedo, para evitar caer en el cráter del estoicismo. Para vivir, evolucionar, desear. En resumen, sentirte vivo. Y para eso nada mejor, que dejarte llevar y sacar aquello femenino que haya en ti. Ya que, aunque los géneros están ahí, todos llevamos a un hombre y a una mujer dentro. La cuestión está en atreverte a sacarlo. 


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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