MUSEOS

Soy consumidor esporádico. Únicamente, cuando me interesan de verdad, por temática o peculiaridad en el objeto. La sola excepción es la del Prado, donde me gusta perderme con unas reglas marcadas. Menos de una hora y con un itinerario de obras de arte, máximo seis, que llevo apuntadas. El método lo estrené con mis hijos, espero que un día el germen (o al menos el recuerdo) fertilicen.

Pero como he sido movido por naturaleza, atesoro sobradas inmersiones museísticas como para clasificar sus visitantes. Vamos allá:

1) El Cultureta. Ese que se las da de haber visitado todo museo desde el Panorama de Volvogrado al de la Evolución de Atapuerca. Suele lucir gesto displicente y concentrado, y recorre las salas con la misma familiaridad como si su madre le hubiera alumbrado encima del lienzo de Las Meninas.

2) El Planificador. Es de los que diseña milimétricamente cada viaje aplicando un teorema: la unidad de cuenta es el número de museos que puede visitar. Un fin de semana en Palencia son tres museos y Madrid lo tiene dividido en episodios, como el que hace el camino de Santiago en fines de semana anuales. Por supuesto, compra los tickets de entrada con varios meses de antelación y los guarda como si fuera un tesoro. Es adicto a los mapas de las oficinas de turismo,

3) El Gulliver. Va a los museos como quien va a renovar el Carnet de Conducir, porque toca. Realmente le importa un güito de aceituna lo que pueda haber en el museo. Digamos que no que es que se le olvide al salir lo que ha visto sino que llega olvidado a la entrada. La liturgia es ir no lo que hay dentro, Suelen ser antiguos estudiantes de colegios de curas y de monjas acostumbrados a hacer lo que corresponde. 

4) El Tocón o Tocona. En toda visita el vigilante reprende a un tipo que invade el espacio de seguridad, toca el cartel con el dedo, se sienta en un bargueño del siglo XIX, o va girando con una mochila en la espalda como si fuera una bombona de oxígeno.  Empatizo con él por aquello de la torpeza. 

5) El Crio Coñazo. Ese que corre, grita, patalea porque no distingue entre el parque de atracciones, los columpios del pueblo o la sala de miniaturas del Museo del Louvre. La culpa la tienen sus padres. El coñazo se amplifica por aquello de que los artesonados de madera y las bóvedas propagan el sonido.,

6) La Pareja Coñada. Espécimen que se va macerando con el tiempo al añadirse años en ese ecosistema que es la pareja adulta. La erudición de su par, que antes le parecía lo más interesante y erótico ahora le parece tan plumbeo y antilujurioso como la fotosíntesis de la Mantis religiosa. Le acompaña al museo más por no discutir que por otra cosa, pero en su yo más oculto está deseando que se espatarre bajando las escaleras de la exposición itinerante de la planta baja y se le incruste la audioguia en el cerebelo.

7) Don Molesto. No es exclusivo de los museos, sino que también habita en otro tipo de manifestaciones grupales como conciertos, cines, teatros o estadios. Se trata de un tipo al que le ajustaron mal los graves y los agudos, así que cualquier sonido que surge de sus cuerdas vocales resulta chirriante. Le suele acompañar el don de la inoportunidad, así que habla cuando se había de imponer el silencio. Perfora el tímpano de aquellos que le soportan que le acostumbrar a dedicar miradas de odio (por lo que tragan) y compasión (por ser como es).

No les pierdan de vista. A todos ellos se los encontrarán en su próxima visita.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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