BILBAINISMO

Bilbao siempre evocó a lo British. Sería por la lluvia, por el gris que mata, por la seriedad en el atuendo, por la decantación por lo laboral, por el football o por la coincidencia de lo fluvial tronzando la urbe. Fuera por lo que fuera existían concomitancias. De ahí que, por ejemplo, la selección inglesa escogiera Bilbao para la sede que capitaneaba en el Mundial 82 y que nos dejó fotos de Paul Mariner en Tamarises y la horda británica chapoteando en la extintra fuente de Zabalburu.

No estoy hablando de esos hermanamientos de pega de un pueblo con otro que esta en sus antípodas que se celebran con un cartel roñoso en la entrada del pueblo. Se popularizaron en los ochenta en forma de antojos de regidores locales con alma de conquistador. En Gernika nos hermanamos con los catalanes de Berga y, por la penitencia del bombardeo, con unos alemanes de Phorzeim, gracias a los cuales nos pegamos una Semana Santa jugando al basket y media docena de cerebritos se desvirgaron en la lengua de Wagner.

Me refiero al carácter. Al Azul Bilbao en chaquetas y trajes, al buen hacer empresarial, a la cantera de banqueros o a las tertulias que mestizaban Bilbaínsmo, economía y humanidades. Con respecto a esta última recuerdo la del Bar Grill del Carlton. Al mediodía se reunía el sanedrín.

Les vi por primera vez de niño a la vera de mi aitxitxe, que era inquieto en el conocimiento y gastaba alma de zapador. Como llevarme de carabina le franqueaba el paseo sin pernocta pronto nos convertimos en collera habitual. Además, había que aprovechar que Bandrés, o eso por lo menos defendía a ultranza mi Amuma a la que le brotaba un socialismo republicano gernikes (verso suelto de la que era la única integrante), había impuesto la gratuidad del tren Bermeo.Bilbao.

En una de aquellas expediciones nos adentramos en el Carlton. Imbuidos de ese pudor propio de los pueblerinos adentrándonos en la gran ciudad. La ocasión lo merecía ya que íbamos a pisar el mismo suelo de lo que en la Guerra Civil fuera el Gobierno Vasco del Lehendakari Aguirre, y aquello para un nacionalista al que no dejaron nunca serlo y terminó quedando adscrito a la escala media de la Administración del Estado, era mucho pisar.

Se arracimaban alrededor de una mesa. Emanaban poder por todos los poros. Su ropa, su forma de fumar, la contundencia con la que unos se dirigían a otros, el servilismo del camarero que les atendía o el esplendor de lo que bebían y fumaban.

Aun desde mis ojos infantiles, se percibía un eran triunfadores y que ocupaban un lugar en aquella sociedad que estaba en las antípodas del que ocupábamos. Recuerdo que lo que más me llamó la atención es que bebían sin prisa, como si el objetivo fuera tejer un mundo de palabras, fijar los contornos ideológicos o de las coordenadas del bien y el mal en aquella villa que capitaneaban. Justo al contrario de lo que había visto en el poblado, donde la gente salía a beber, rápido, y no a hablar.

Pero el mundo no es un museo, a veces las cosas caen por su propio peso y uno solo puede mirar cómo se desmoronan. Muchos años después, le conocí, sus apellidos de tronío, su raigambre, ya fuera de cuna o auspiciado por el éxito económico que siempre fue el mejor de los ascensores sociales.

Ahora cuando han desaparecido y su rincón en el Grill del Carlton está huérfano es cuando mas me acuerdo de ellos.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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