MACHADO A LEONOR

Es mi tercera Navidad a tu lado. Nunca había atendido a las luces de Navidad, a su intermitencia. Pensaba que la estrella que corona el árbol era no más un adorno que no conducía a lugar alguno.

Fuimos escalando. Los primeros riscos tuvieron bordes afilados, hubo algún terraplén en el que nos creímos seguros justo antes de que un aluvión de piedras se desprendiera sin darnos apenas tiempo de ponernos a salvo.

La cima no estaba lejos pero necesitábamos que el arnes de seguridad que úncia nuestros cuerpos se transmutara de yugo en bendita caricia. Requería confiar y no es sencillo hacerlo. Requería notar que tu mano era la mía. Que la dermis de la piel fuera la de uno u otro invariablemente, sin solución de continuidad.

Soñar, atreverse a desear, poner en peligro lo que tenías para conseguir alcanzar todo. Buscar en tus labios la manera de vivir partiendote la cara por un segundo en su cuerpo.

Todo pasó, y aquella escalada nos hizo subir al cerro del espino, a una vista del Duero que refleja en el espejo de sus aguas, la bendita realidad de ser consciente. De ser lo mejor que ha pasado en mi vida, la estrella del arbol cuyo significado antes desconocía.

Que no era otro que el que daba sentido a mi vida. El camino eterno a tu lado.

Gracias mi amor