COLAS

Tal y como augurábamos en aquel Diario de la Pandemia con el que nos entretuvimos hace dos años, nada ha cambiado. En cuanto la rutina ha afilado sus colmillos, trayendo debajo del brazo su colección de sinsabores han brotado el individualismo, el egoísmo y todos los -ismos con los que transcurre la existencia moderna.

Y dentro de ellos, ese capitalismo del que todo el mundo abjura en el buenísimo del día de Nochebuena, después de haberse aplicado al mismo con fruición durante las jornadas previas.

No tengo ganas de escribir un tratado sobre las vacuas costumbres, sino que, pegando media lagartijera, voy a hablar de las colas navideñas. No de por qué se forman o a qué obedecen, sino que me voy a detener en diseccionar a sus integrantes. Allá voy:

- El Marido Mandado: Suele ser un tipo que ha superado la cincuentena y que sufre el biorritmo diurno que le hace saltar de la cama al alba. Para quitárselo de encima y no tener un mueble dando vueltas su mujer le larga a hacer recados. Como es un día que tampoco tiene mucho que hacer, soporta estoicamente colas, recoge pedidos y arrastra bultos con espíritu de porteador.

- La Previsora: Gasta espíritu de servidor informático, o de cerebro electrónico como se decía antes. Se catapulta de la cama con tanto ímpetu que sólo de verle, cansa. Es de las que se somete estrictamente a la lista de quehaceres que ha escrito la noche anterior como si fuera un catecismo católico. De esas personas que escriben en los márgenes de los calendarios todo tipo de apuntes, citas de médicos, cumpleaños, exámenes de la prole o los resultados de su última medición de tensión. Conocen a las dependientas a las que llaman por su nombre.

- El Hijo Despistado. Fácilmente detectables porque adoptan en la cola porte de “Benito Boniato”, hombros acapachados, mirada en dirección al pavimento, y actitud ausente. Son gente cumplidora que va donde le mandan, pero su abulia le hace andar escaso de recursos. Si va a comprar torrijas y se han acabado cuando le toca el turno cortocircuita y se vuelve sin nada. Siempre se termina ganando una bronca por pavisoso.

- El Improvisador. Aunque recibe a una docena de personas esa misma noche no tiene nada preparado. Concibe el día como una gymkana, saltando obstáculos como los caballos en la carrera del Grand National. Se alista en todas las colas, pero como no tiene pedidos termina llevándose los restos y reliquias de todas las tiendas y los paga a precio de coltán. Además cosecha un racimo de miradas de condescendencia de dependientas y los integrantes de la cola cuando reconoce que no tiene reserva. Esas que con los ojos van construyendo un luminoso con las ocho letras de P R I N G A D O.

9 Impar y Rojo.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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