BANDARRA

Me despisto el viernes en los Multis para reencontrarme con un tipo con el que pase parte de mi infancia. Viajaba con nosotros en el coche de mi aita y atronaba desde el radio cassette. Contando chistes, una forma de hacer reír de tercera categoría. Magia sonora. En las antípodas de la época actual, en donde nuestros hijos aborrecen la radio por considerarla un instrumento de tortura, al estilo de el potro de la inquisición.

Eugenio Jofra. Su visión me trasladó a aquellas excursiones de domingo, con el coche repleto, alternando el Carrusel Deportivo y las cartas de Elena Francis. Me transportó a una época, el final de los setenta con recuerdos borrosos, y los primeros ochenta donde ya mi memoria es cristalina.

Me llamó la atención lo que imantaba el personaje. Sus pausas medidas, su tono hipnótico, la forma en la que capturaba la atmósfera. Curiosamente, un actor provocaba la risa en la cincuentena de parroquianos que me acompañaban. Definitivamente, la civilización moderna no está perdida.

Pero lo que me hace reflexionar es su utilidad como visor de una época. Parafraseó a Chica9, que fija el origen de la personalidad en la infancia. Esos niños que crecen sin amor, o que se quedan sin él, pueden enamorarse de un leño. La figura paterna que niega el cariño porque lo tapona la frustración. Esa que siente porque su hijo varón no cumpla los sueños que ha construido para él sobre los rescoldos de una vida propia subyugada por una España gris y acomplejada.

Ese rol de marido destartalado, preñado de inmadurez, que pasa a ser hijo y no pareja de su mujer. De la que dice que lo hace todo bien en la vida, salvo encontrar su compañero. Que no puede entender cómo ella, que lo es todo, puede abandonarle. Algo para lo que no está preparado y que hace que tome el pasaporte para matarse, o dejarse morir de pena, que no deja de ser lo mismo. Sintiéndose como un animal herido que quiere ser sacrificado.

He conocido muchos maridos de aquella generación, y de esta, que ante un problema echan a correr. Pensando que desaparecen, por ser algo perteneciente al pasado, ese lugar adonde van las cosas que no pueden hacer daño si no se habla de ellas.

Cuando por mucho que lo ocultes, tus muertos siempre terminan saliendo del armario, de procesión nocturna, como las virgenes de los pueblos a las que pasean en rogativa.

Eugenio decía que la vida había que tomársela en broma, pero que había que vivirla en serio.

AMÉN. Gracias Trueba


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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