AUTODEFINIDO

Me encanta llegar a un bar y pillar el periódico de la barra. Habría que preguntar la contribución que ha conllevado para la cultura del ciudadano medio la lectura en los bares.

La pandemia se cargó muchas cosas. La atención presencial en las Administraciones Públicas, el contacto en los supermercados, los besos a modo de presentación y, como último jalón el periódico al servicio de los clientes. Me imagino que el pretexto es que el virus que dejaba uno al leer las esquelas lo inhalaba el siguiente.

Aún nos queda la reserva espiritual de los pueblos. Ahí las costumbres tardan felizmente en desmontarse. Ahora bien, cuando lo hacen nunca retornan. Seremos muchas cosas pero no advenedizos. Vascos de lege zaharra. Por lo que sigue habiendo periódicos.

Cuando viajo por España, el avituallamiento va acompañado de la lectura del periódico local. El Diario Montañes en Cantabria o El Progreso el Lugo. Puro costumbrismo. Me deleitó con las noticias del Racing, del Breogan, con las obras de la fuente de Tudanca o la última verbena del Concello de Sarria que acabo en gresca entre vecinos. Sólo cuando gastas lejanía con lo que lees puedes saborear cada párrafo. Esas palabras que lloran, ríen o sangran.

Pero lo que más me emociona cuando pinzo el periódico es comprobar cómo el autodefinido está perfectamente relleno. Cada casilla, con gráfia asincronica, esa que hace saltar al cuadrado con la determinación de la idea que brota rabiosa al leer “propia de Adan" siete letras.

Siendo consciente que Chica9 no lo entiende, yo crecí con el Cábala Literaria, el Damero Mágico y los Autodefinidos Orión made in  Zugarto en peluquerías y hogares.

Había tiempo para perder. Para pensar. No como ahora.