HABITOS

Van cambiando. Alternar las chancletas con un calcetín de deporte era una horterada, propia de Pepito Piscinas (Fernando Esteso que estes en los cielos) o de un tipo sonrosado de Glasgow que se bebía toda la hora feliz en La Manga del Mar Menor. Cuando ahora es lo más fashion.

Otra es la de ceder asientos en el autobús o en el metro, que como reza la letra del Caray del gran JU es para mi una habitual actitud. Pero, solo debe serlo para mí, ya que cuando la profeso me siento el centro de un diana de miradas de zangolotinos preñadas de compasión por ser tan lila.

Ese mundo al que pertenecemos los de la generación del baby boom se va cayendo mochón a mochón y te termina pareciendo un territorio agreste, por extraño, y ajeno, porque si algún día perteneciste a alguno, ya sólo eres gregario de ti mismo o de la media docena de dinosaurios como tú

Por eso te resguardas, en la búsqueda de lo indubitadom en la casamata de aquellos hábitos que, como las cucarachas de Cucal Aerosol, nacieron, crecieron y se reprodujeron contigo. Porque ahi te sientes tan seguro como debajo de las sabanas de tu cama una noche sin luna con la lluvia arreciando.

La canícula recién clausurada me ha conducido a recuperar uno. Comer sólo conmigo mismo. Siempre he pensado que comer a solas es una de las tareas íntimas de mayor riesgo que una persona adulta puede realizar en su vida. No hablo cuando se hace en casa, que no deja de ser terreno conquistado, sino cuando se hace en público, a la vista de ojos ajenos.

No cuentan esos casos en los que te escondes comiendo acompañado de un dispositivo electrónico, como el movil, libro, o un periódico. Tampoco vale si te encuentras sometido a la abducción de una televisión con volumen atronando.

Estoy hablando de comer rodeado de tus pensamientos y sin realizar ninguna otra tarea al mismo tiempo. Es algo que únicamente puede practicarse cuando el sentido del equilibrio de la intimidad y de la autoestima esta convenientemente reglado.

Ahora bien, hay dos disciplinas que inoculan una dosis de dificultad añadida a la comida en público. Es como si al salto de trampolín le incorporaras un doble tirabuzón invertido. La primera, cenar solo, que es algo cercano al heroísmo. El resto de comensales que acuden en pareja o grupos de amigos te taladran con el iris lleno de lástima. En algunos vislumbras el pánico a la réplica de acabar así también.

La segunda es comer solo con tus hijos, cuando estos son pequeños. Todos los que se han separado sabrán de lo que habló. Seguimos imbuidos en una atmósfera conservadora, en la que el público, aunque no lo practique para sí mismo, se relaja con las familias de padre, madre, ambos de edad y casta asimilable y, claro está la misma raza e hijos comunes. Ese concepto de familia bantú, me imagino que por efecto inducido de aquellas cartas de famolas o catetos con las que jugábamos de críos tranquiliza al personal.

Por eso, desde el camarero, hasta la familia completa, pasando por la pareja en edad de procrear que comparten restaurante contigo se apiadan de ti. Qué habrá hecho para acabar así parecen decirte. La sensación es inversamente proporcional a la edad de tus hijos.

Pais de porteras y de doble moral. Desde el Cabo de Gata hasta Finisterre.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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