LINKEDIN

Soy vocacionalmente refractario a las redes sociales, con una única excepción, que las necesite para mi trabajo. En ese caso, capítulo, y me alistó, eso sí sin demasiada pasión. De ahí arranca mi relación con LinkedIn.

El difundir mi vida a no se quien y en no se donde, me genera un pudor infinito. Probablemente, tal y como se encarga de apuntar Chica9 a la menor ocasión, estará anclado en las taras que arrastro por ser de pueblo (de serlo y de las taras estoy sumamente orgulloso).

Eso sí, será porque he visto a la turbamanta de tipos hacerse el harakiri cibernético, entro de puntillas y me pongo de perfil. Y sobre todas las cosas observo mucho antes de moverme, con la modestia propia del neófito, esa que también se está perdiendo entre las nuevas banderas.

Ya dentro me empiezan a ocurrir cosas que, desde mi analfabetismo digital, se me antojan fenómenos paranormales (del estilo de las caras de Belmez). En primer lugar, me comienzan a solicitar amistad personas que por edad, localización geográfica o perfil profesional tienen que ver conmigo tanto como El Solitario y el Gato Silvestre.

Como me puede el no desairar cuando soy un iletrado que desconoce códigos y conductas del colectivo en el que tengo un contrato a prueba, yo dejo pasar a todo el mundo. Pero cuando están dentro, se confían claro está y me empiezan a escribir.

Lo entendería si el asunto por el que me escriben estuviera relacionado con los últimos criterios forales acerca de la exención de las plusvalías de cartera, pongamos por caso. Pero no.

Los hay de tres tipos. Aquellos que intentan venderme algo (que en todos los casos necesito tanto para mi profesión como un martillo hidraulico). Se les detecta porque comienzan su mensaje con un Hola Asier, y su presentación comercial. Siempre pienso, si fueras mi amigo no necesitarias presentarte.

Después aparecen aquellos que loan su trabajo o el de sus corporaciones. Del estilo de Quiero compartir contigo que en Corporación Gallina Blanca, hemos implantado un pionero sistema de eliminación de la contaminación acústica en nuestras instalaciones y bla, bla, bla,…. Como me resulta tan sumamente absurdo que me cuenten eso, me da por pensar que me están mandando un mensaje cifrado, que tengo que descifrar porque esta escrito con tinta simpática. Va a ser que no.

Los últimos, son aquellos a los que más respeto, los silentes. Estos son como el huésped que llega a tu casa y como no se le siente, parece que no está. A veces pienso para qué quiere una tipa que se llama Elena Falcón Cuevas, de Arguineguin, y cuidadora de un jardín botánico, ser mi amiga en LinkedIn. Si en cinco años hemos interactuado menos que el emérito y la griega. Pero, que queréis que os diga, de tanto ver su nombre, aunque sea un espíritu que no se manifiesta, le he tomado cariño.

A lo que tengo especial terror es a los mensajes que me manda la propia aplicación. Esta semana has aparecido en X búsquedas. Y quien puede tener una vida tan pobre para gastar un solo instante en el bicheo de mi perfil?  O estas demasiado callado, es momento de colgar una publicación. No tengo otra cosa que hacer.

Pero el que más me atemoriza es el de tienes un mensaje escrito en el muro. En qué Muro, en el de las lamentaciones? Porque me escribe nadie si yo no les he escrito? No es más fácil llamar al teléfono o mandar un e mail que jugar a los exploradores como en una película de Harrison Ford.

Eso me pasa por querer participar en mundos que no son los míos. Quien me mandaría meterme. 

Ya lo decía la tonadilla popular, Manolete, si no sabes torear pa que te metes.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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