BAYETA

Hay una pregunta que me repito una y otra vez. Cada vez que voy a un partido, a un concierto o un restaurante y veo a alguien grabando un vídeo o ensimismado en una foto me la planteo.

Verán después lo que graban? O se trata sólo de una adicción a inmortalizar un momento aún a costa de perderse la visión de la realidad?

Porque mira que son pelmazos. En cualquier concierto, la mitad de la concurrencia se lo pasa con el móvil en ristre. Inmortalizando pasajes que nunca verán después. Ni ellos, ni los miembros del grupo de whatsapp familiar al que mandan el vídeo o la foto de marras. Sublimando un instante para enviarlo a la papelera de reciclaje nada más transcurre. Mitad vanalidad, mitad embuste.

A poco que penetremos en la siquis del colectivo te das cuenta que el acto tiene más trascendencia de lo que parece. Detrás de ese canto de cisne a lo efímero, se oculta un devocionario de la conducta moderna. El vídeo o la fotito no importa ni al que los saca ni tampoco al que lo recibe. Lo importante es no más contarlo y que se sepa.

Es decir que has estado, sentirte elegido de entre aquellos que viven la rutina ordenada de lunes a jueves de curro, y el jueves pintxo pote. Por mucho que tres cojones te importe lo que este ocurriendo, se trata de radiar que te has salido de la tangente. Y que has visto algo que hace que se te distinga del bulto. Dentro de esa reflexión lo importante no es acudir por convicción, sino que te vean acudiendo.

Por eso valoro las rutinas ordenadas de aquellos que muerden para dentro. Como los señores que sacan a pasear su coche el domingo por la mañana y lo lavan con manguera y enceran con bayeta.

O aún más, Chica9, que se vio ayer todos los vídeos del concierto de Raphael. Estar para sentir, no para parecer.