El Black Friday.

Que grande es el recordar todos los buenos momentos que hemos pasado en nuestro vida en los Black Friday.

Claro que no, no existían. Teníamos la devolución de los cascos al vinotero, las cartillas con puntos en el economato de SPAR y, si me apuráis, nos parecía el colmo de la modernidad, el “rasque plata y gane oro" del boleto instantáneo. 

Pero por lo menos, la vinotera era real, en la cartilla te salía todo lo más un jabón de manos lagarto, y no albergabas duda de que, en cualquier caso, rascarías un sigue jugando. Lo más importante era que no te engañaban, no te obligaban a escuchar anuncios plastas los quince días anteriores (a lo sumo un "ando feliz y caliente por que de colmado José soy cliente“).

Y ahora esta sociedad que se nos va de las manos no puede entender que es absolutamente imposible que un viernes de noviembre, con lo que llueve, con el frío que hace y con lo pronto que se hace de noche, te travistas de sentimiento materialista y salgas encorajinado a la caza de la última ganga como si te fuese la vida en ello.‎Y, por si faltase algo, te obligan a dar gracias al cielo por vivir en Wonderland. 

 Por lo numeroso de las hordas que inundan en este momento Bilbao, parece que el virus es contagioso y los no inmunizados corremos peligro de extinción. Que si nos quieren vender lo hagan pero que no nos insulten!!!!