Sentirte Blanquinegro: Cuando ser de Equipo grande es muy fácil

Durante mis cuatro décadas de existencia semi-consciente, las épocas de cierto desasosiego, pongamos laboral o sentimental, las he capeado con el irracional optimismo que suele acompañar a los fervorosos fieles del fútbol y que, en mi caso, ha supuesto, una impagable válvula de descompresión de todo el mundanal ruido que me rodeaba.


Así, al llegar el fin de semana, aun perdiendo, (que mi Gerni que casi siempre perdía como he contado alguna vez en este blog), siempre atisbaba al equipo brotes de próxima confirmación. Intuía una pareja de lateral y extremo que, a poco que cuajara, sería capaz de hacer diabluras en la izquierda, a un lanzador de faltas fiable que nos garantizaría media docena de goles, o terminaba fiando nuestra suerte en la temporada en mantras del balompié como la recuperación de lesionados, la mala puntería de nuestros delanteros que algún día tendría que tener fin, el destierro de la mala suerte.


O incluso echaba mano de esa frase, tan manida como falaz de que, en cuanto que ganamos un par de partidos seguidos, cogemos carrerilla y ya no hay quien nos pare. Y en fin, me enroscaba en asuntillos menores que siempre terminaba de encontrar plenamente solucionables durante el viaje de regreso a Bilbao, tras el consabido partido dominical.


Mis a veces falsas expectativas mantenían en pie mi espíritu indoblegable al desaliento. Pero, al fin y al cabo, mis fábulas tenían siempre las patas cortas ya que, no perdía de vista, que un equipo cuyos hinchas obedecen a los rimbombantes nombres de Potxorrio, Toronbolo, Bartolo, Kresen, Vampiro, Gandulin, Santxutu, Txotxo, Tana, Txilindro, Kurro 69 o Peron, por poner el ejemplo de aquellos con quien compartí tribuna en la victoria ante el Real Unión del pasado domingo, no tenían demasiada cabida en las letras de neón del fútbol moderno. Ni falta que hace!-me contestarían ellos.


Pero la realidad es que, la noche en la que junto estas letras, somos el segundo equipo de Bizkaia. Y, aún estando a años luz del todopoderoso Athletic, este inesperado aluvión de éxito me genera una especie de desazón.


Me atrapa el mismo descreimiento que te hacía sospechar que, algo raro pasaba, cuando en tu juventud, tras muchos años sin comerte un colín, la buenorra del pueblo se te acercaba garbosa demostrándote un interés que bien se había encargado de disimular cuando babeabas por ella en el Instituto. Con la incredulidad gestada tras encadenar, uno detrás de otro, sinsabores amorosos, impostabas control y dureza, por lo menos durante los primeros muletazos de tanteo, no fueran a estar tus amigos descojonandose detrás de la esquina, tras haberte preparado un consumado.


Aún y cuando los blanquinegros somos un pueblo pegado a la tierra y poco dado a dejarse llevar por el espejismo, disfrutare henchido de orgullo hasta que descarrilemos en una de las próximas curvas. Cosa que haremos sin lugar a dudas. Ya que, al igual que mi sino no era el de liarme con la buenorra, a Potxorrio y toda su cla de apodos impronunciables, a la que estoy completamente orgulloso de pertenecer, no le sienta nada bien el lustre del triunfo. Son más de escapar de la quema, que no es poco en la vida.


Y es que, tal y como cantaba en Santa Lucía la Peña "Garrintxa" durante los años noventa "ser de equipo grande es muy fácil, tururu, siendo del Gernika yo me siento mejor"






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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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