CAINISMO

Como existen lámparas que no tienen sueño, hay procesos que duran tanto que hacen que tengas que reinterpretar la realidad que vislumbrabas al inicio de los mismos. De forma que te parece distinta, sin saber si lo que ha cambiado es tu punto de vista o la misma realidad.

Es lo que ocurre con las sacudidas emocionales que irrumpen en tu vida. Hablo de las de verdad, no esas que apagan los plomos a la generación de nuestros hijos que no se caracteriza por su resiliencia. Las que, cuando llegan, te obligan a encajar impertérrito, como un boxeador negro los golpes, y que te obligan a tirar de esa fuerza pujante que destilamos en los tiempos recios.

La percepción que te invade al inicio es la obsesiva. Como una lavadora en pleno programa de centrifugado das vueltas y vueltas al tambor en busca de la solución, porque aquello te implica con el arma que nadie puede eludir: el pensamiento. Hasta que encuentres ese sosiego propio de una ciudad pequeña de provincias en una siesta de viernes santo. Llegará cuando acumules veinticuatro horas de corrido sin recordarlo ni un solo segundo. Solo ahí cambiarás tu visor.

Es entonces cuando dejaras de ver trincheras enfrentadas, el paladar dejará de dar mordiscos agrios como si le estuvieran haciendo morder algodones viscosos que vomitan de asco. Algún sol escuálido se colará, no para remedar pero sí al menos para hacerte entender a aquel de quien antes renegabas.

Estas reflexiones manan por el giro pandémico, que ha dejado de ser un paréntesis excepcional para pasar a certeza que nos va a acompañar de continuo. Con las únicas variantes de desviaciones en la hora del toque de queda en los municipios cuyas fronteras te dejarán traspasar cada semana o de la forma de sentarse en un bar en esos días acabados en siete en los que tienes la suerte de aliviarte con un vino.

Perderemos escamas latinas y nos clonaremos de centroeuropeos. Con despertar al alba, jornada laboral de tirón, cena temprana de turistas alemanes en un hotel de Benidorm y viaje a la piltra al tiempo en el que Casimiro salía en la tele patria a mandar a los críos a la cama.

Lo sufriremos especialmente los del biorritmo nocturno. Quienes no nos activamos hasta tiempo después del café matutino y a partir de las diez de la noche se nos empiezan a disparar las endorfinas y se nos pone juguetón el intelecto. Nos convertiremos en raza a extinguir.

Eso si, lo asumiremos sin rebeliones, que en esta tierra dejaron de existir el Dos de Mayo con el caneo gabacho. Seguirán embistiendo los rojos contra los azules y viceversa, como viene ocurriendo hace dos siglos. Con el mismo cainismo, que es la principal característica de la sociedad de nuestros días. Un cainismo plomizo, de luchas intestinas chabacanas, banderizo e inaguantable.

Como lo prueba el propio diccionario de la RAE, donde Abel no tiene sustantivo. Para qué, si no lo necesita.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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