DITIRAMBOS

La grey latina gusta de la alabanza exagerada, pero siempre, a toro pasado. Como muestra, y siempre ciñéndonos a los ámbitos de este blog, recordemos a “El Cordobés”, a quien, en su cenit, la cátedra taurina despreciaba por “saltimbanqui”, o a Juan Gómez “Juanito”, a quien se tardó en reconocer sus méritos futbolísticos, aun tras el botellazo, dedo pulgar hacia abajo, en el pequeño Maracaná, probablemente por sus acalorados excesos y su abandono conyugal. 

Podríamos buscar muchos ejemplos en otras disciplinas, pero hoy toca centrarse en la política. Aquellos que me conocen saben perfectamente que huyo “como gato escaldado” de la valoración del acto de gobernar, que me aburre más que el temario de unas oposiciones al catastro. Pero, con tanta alharaca constitucional como la que he oído esta semana, no he podido evitar el recordar a Adolfo Suarez, que, en el imaginario popular, pasó en menos de tres décadas, de político achicharrado y responsable de todos los males de Celtiberia a adalid de la transición democrática.

No negaré que, en esa esquizofrenia colectiva, el “Tejerazo” actuase como catalizador. Así, resultaba difícil para una sociedad española, ayuna de héroes en los grises ochentas, abstraerse de esa serena imagen de soledad en la bancada del Gobierno que tan bien reflejase Javier Cercas en su certero ensayo “Anatomía de un instante”. Tanto como que le terminaron premiando con un Ducado, y, después de morir, con un aeropuerto. Que para eso el refranero entona aquello de “Dios nos libre del día de las alabanzas”

Y es que como si no quiere la cosa, los politólogos nos han vuelto a colar otro “mantra” por el cual la Constitución recoge la quintaesencia de los valores sacros de la humanidad, una especie de tablas de la Ley entregadas por parte de Dios a Moisés en el monte Sinaí. Y cuidado del que ose con proponer su modificación, que caería reo del delito de lesa humanidad.

Entonces es cuando echó mano del ochentero libro de Sociales de la Editorial Santillana, uno azul con círculos arco iris en la portada del que año a año solo cambiaba el número, y compruebo que mi memoria no fallaba. Y que lo que nos contaban entonces, recién desvirgada aquella democracia, era que para firmar la ahora tan venerada constitución, cada uno a los que ahora califican rimbombantemente como sus padres, hizo lo que pudo. Y que para componerla se echó mano, que no hay algo más latino que copiar al de al lado, de retazos de todas las constituciones, tanto las de nuestro entorno como las de los territorios de ultramar.

Y en definitiva que salió un pastiche en el que se iban engarzando ideas de aquí y allá, laceadas por algo importante que hemos perdido hogaño como es el consenso. Todos cedieron y nadie quedó, por lo menos entonces, contento por un resultado que, intuían volcaría perdiendo toda su carga al primer vaivén.

Pues va a ser que el libro de Sociales mentía. Porque el mensaje oficial que a una sola voz nos han enjaretado durante todas esta semana, es que quien desmonté la vía constitucional no será capaz de llegar a la arcadia feliz. Si al final va a ser que Santillana era como Juanito, un faltón y un putero.



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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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