GRETA

Al mismo compás en el que uno va cumpliendo años desarrolla una capacidad para ir cogiendo al vuelo cualquier oportunidad para apartarse del sindiós que le rodea. Se trata de dotarse de un caparazón, termino más adecuado que la concha de tu madre que regurgitan los argentinos, para huir de ese festival del absurdo que nos avasalla en estos tiempos y se refleja en las cosas más tontas que uno pueda imaginarse.

Pero todo tiene su límite. Y el mío ha llegado al escuchar lo que se cuenta en los mentideros de Greta. Antes de arrancarme, he de reconocer que carezco de criterio para valorar aquello por lo que postula la niña sobre el cambio climático. Y como decía uno de mis amigos que se metió a directivo del Athletic, cuando algún furibundo hincha le espetaba si no respetaba su opinión, no puedo respetar una opinión que carece de información sobre aquello de lo que se está hablando.

Lo que me hace romper mi sacrosanta costumbre de darme mus con relación a otra muestra más del sinrazón moderno es que nadie parece advertir que este mundo se ha vuelto loco. Se que una pobre mente individual, anclada además,  en las catacumbas del pasado como es la mía no puede contradecir a lo políticamente correcto. Pero lanzó una pregunta al aire ¿A alguien le parece normal que estemos esperando, como si fuese el advenimiento de Cristo redentor, que una niña de dieciséis años llegue en catamaran para proclamar por ciencia infusa un nuevo modelo de construcción mundial?

A mi me parece una auténtica chaladura. Rayando lo esquizofrénico cuando escucho durante toda la semana que en la cumbre de Madrid le tildan de activista (¿con dieciseis años?) y le atribuyen una autoridad mesiánica y han hecho un icono de ese rostro impávido que gasta la criatura.

Si me incomoda es porque me pega que se han aprovechado del material más puro que pueda existir, ese del que están hechos los sueños infantiles. 

Cuando una de las cosas más grandes que puedes preservar es el retrasar el mayor tiempo posible el momento en el que esos sueños comienzan a recolectar su cosecha de monstruos. Ese momento en el que se malogra para siempre la única y breve etapa de la vida en la que, por la ausencia de problemas, puedes ser completamente dichoso. La misma en la que un abrazo y un beso son suficientes para darte la felicidad en estado puro.

El harakiri mediático al que están sometiendo a la buena de Greta, de la que mucho me temo terminara engullida por este zampabollismo mediático en el que estamos envueltos, me recuerda a un pasaje de la Bilblia. Aquel en el que Dios pide a Abraham que sacrifique a su hijo en la tierra de Moria. Lo que no tengo tan claro es que los apologistas del cambio climático sean tan piadosos con la sueca como fue el Santo Padre con Isaac.

Juguete roto? Al tiempo.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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