LA CARA OCULTA DE LA LUNA

Nos pasamos gran parte del día rotando. En modo defensivo, como una jugada de ajedrez en la que proteges la reina. Pura subsistencia para soportar las subidas y bajadas de una vida, en la que encadenas éxitos y fracasos con el mismo fulgor. Aquello de  sentirte grande y pequeño a la vez. A veces todo en un mismo día, o, a lo sumo, en cuarenta y ocho horas.

Dentro de esa montaña rusa emocional en la que nos debatimos. Y  que a veces nos atrapa, haciéndote sentir tan plena, segura y convencida como no lo has estado nunca durante toda tu vida cuando te metes en la cama. Y eso lo has logrado, no más sentándote en el sofá al lado de quien te importa, apoyar la cabeza en su hombro, dejando que te abrace quieto, sin moverte. 

Despertarte el día siguiente embozada en tu misma rutina como si lo febril de lo vivido la víspera no hubiera sido más que un sueño, necesita un inhibidor de emociones. Más que nada, para que sea factible el seguir por el camino marcado sin desviarte.  Solo por contraste con la rutina de los días de lluvia, no es que las paredes se te caigan encima, sino que, directamente, te parecen la boca de un dragón, devorándote hacia el vacío. Y eso pesa.

Para dotarte de las agallas suficientes para volver a subirte al alambre a cimbrear la cintura en busca del equilibrio, rotas tu pensamiento como si fuera la cara oculta de la Luna, y niegas la visión de ese tu hemisferio emocional, que siente y se ilusiona con cada nuevo plan, pensamiento o pasito hacia adelante. Computas como daño colateral que la tierra que necesita tus confesiones, reflexiones, lamentos o alegrías, haya de aguardar que la luna9 rote sobre sí misma en su movimiento de traslación. Y vuelta a empezar.

Comoquiera que la vitalidad termina cantando, el movimiento termina en el momento en el que no puedes negarte más y vuelves a encender la mecha de la ilusión. Ahí te activas, y con un única hebra de sentimientos o con una reflexión compartida, vuelves a hacerte con la bocanada de oxigeno emocional que te basta para aguantar el apagón de sentimiento al que te somete la cara oscura, cuando no lucen tus ojos.

Eso si, la seguridad en el éxito al final de la vereda es granítica. Más que nada porque sale natural, sin pizca de artificio. Y es así, al ser consciente de que por los resquicios de las debilidades es por donde se cuelan las malas vibraciones y las energías negativas. Y a estas alturas de la película, la trama no va de ser débil, y si vibras, que sea de intensidad. Y de energía, de la buena, vas sobrado. Que además hoy una pitonisa, la persona más intuitiva que hayas conocido te ha dado un salvoconducto por el que doblas añadas. Y, solo por si en el fondo tuviera razón, hay que celebrarlo. 

Aquel que te considera como eres, no solo ha de entenderte sino que ha de comprender que lo haces por generosidad y respeto y, sobre todas las cosas, para ser capaz de ahormarte a ti mismo en la difícil tarea de llegar al objetivo. Y eso necesariamente ha de gustarle porque es bueno para ti. De lo que se trata es de ajustar la cadencia de la rotación para que cada vez la cara luminosa se haga más presente y el fulgor de la ilusión alumbre. Llegará el día en el que los chispazos se conecten uno con otro. Tic, tac, tic, tac,... Cuestión de tiempo y pericia de relojero para ajustar las manecillas.



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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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