MIRINDAS

Era el refresco de los cumpleaños ochenteros. Que, por lo menos en Gernika, entonces no se llamaban cumpleaños sino chocolatadas. A partir de entonces, ese especial sabor a naranja y el logo que aparecía en latas y botellas quedó para la historia como el icono de nuestra infancia. Al nivel del flash y los chicles boomer (con cromo de la liga en el envoltorio)

Eran tiempos en los que en cada pueblo, había uno al que apodaban Maradona, por sus rizos, un Schuster, por rubiales, un Custers, en homenaje al arquero belga del Español, por pelirrojo, y un Fignon, que se le endosaba al rubio con gafas redondas. Normalmente este último pecaba de pringado.

Las Mirindas eran bebidas de bar de pueblo, de tasca, y se ingerían a gollete, directamente del botellín. Desprovistas de todo glamour, su sabor, probablemente por la finura de la burbuja, era inconfundible. Aunque las había de muchos sabores, pasarán a la historia por el de naranja, que a mi siempre me supo más a mandarina.

De label español, poca gente conoce que su nombre significa "admirable, maravillosa" en el idioma esperanto hablado por su creador. No deja de ser emotiva esa génesis, de perdedor a perdedora, se podría bautizar. Ni siquiera un gigante como Pepsico, que la compró en 1970 ha sido capaz de hacerle competir con las Fantas y los Scwepess, a pesar de que no hay color. Nuestra Mirinda gana sin duda la partida aunque ahora, como ocurre con las antiguallas y los reliquias del pasado solo puedas degustarla, en semiclandestinidad, en Canarias, Madrid y Murcia. Como anécdota decir que en Bilbao, se puede comprar en las tiendas marroquíes, país del que se importan y en donde se venera.

Prueba de que su importancia en nuestras  primeras andanzas se puede comprobar con el corto Mirindas Asesinas de Alex De La Iglesia rodado en Erandio en 1991. El inolvidable Alex Ángulo, adentra en una taberna de lo más lúgubre y sombría, se coloca frente al camarero y le pide "una mirinda bien fría". Las 120 pesetas que le pide el camarero detonan una matanza en un alegato en contra del desinterés de los humanos a la hora de escuchar a los demás. Todo ocurre, mientras Saturnino Garcia, acodado en un extremo de la barra ve una corrida de toros en una tele de cuernos en blanco y negro. De las de antes. Para la historia, la explicación que da el protagonista, de porque hay que beber frío el refresco y no echarle hielos. Es que sino se aguacha.

No todos los descatalogados somos de carne y hueso. También hay artículos, publicaciones, comidas o bebidas que fueron arrumbadas por el modismo o el postureo imperante. Entre estas últimas, recuerdo el Tang o el Tab. Y entre todas, nuestra Mirinda. Que nunca dejará de ser el mejor refresco del mundo. O, cuando menos, el que mejores recuerdos me trae. Aunque solo sea para mi.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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