CONTRAEJEMPLO

En la vida se aprende, más por el contraejemplo que por el ejemplo. Es una enseñanza que ha ido cuajando en mí por evidencia empírica. Como si fueran epifanías, me han deslumbrado flashes. En instantes concretos. Me inundan de clarividencia sobre aquello a lo que no quiero parecerme, o sobre el camino que no quiero seguir. No quiero ser ese o eso, qué más da.

La primera vez fue de niño. En el poblado o sus aledaños. Había un tipo pagado de si mismo, convencido de ser la única persona que se podia ser en aquellos tiempos. Irreductible. Con esa negación irredenta que he descubierto luego otras veces de todo lo que no encarnaba el mismo. Descartándolo por inhacedero. Suele ser gente con un enfoque básico de la realidad, binario, todo lo que representa o defiende es el uno y lo que no un cero. En su caso los unos eran el abertzalismo, el Athletic y Guk eta Gutarrak.

Desde ahí arrastro esa sensación de aversión a la coherencia que me perseguiría desde entonces. La he practicado fervorosamente.

La siguiente ocurrió durante mi periplo en el Foro. Adolescentes repletos de testosterona y con los sueños aun sin corromper. Como buen vasco, he sido siempre de observar en el primer tercio. Pero no todos éramos vascos. El flash me lo dio quien agarraba la pañosa nada más llegar. El más ocurrente, divertido y muñidor de conductas gregarias. Carne de primer tiempo en el que brillan para desfondarse en el segundo y derrochar mil carencias si algún día llegan a la prórroga.

A partir de entonces, elimino mentalmente a aquellos que se envanecen al abrir el compás. Al igual que lo hacen los jueces con los atletas que se apresuran en las salidas falsas.

Después, descubrí el cretinismo laboral de la mano de otro flash. Fue en una firma internacional de abogados, de esas a las que ahora llaman ampulosamente Big Four. El reflector hablaba tan sólo de trabajo. De lo importante que se veía por las grandes operaciones en las que estaba enredado. Paradójicamente, pese al arcoíris con el que espolvoreaba su vida prefería prolongar al máximo la porción profesional de su existencia y minimizar la personal, imperfecta y extraña. Tan ajena y molesta en muchas ocasiones.

Me deje guiar por ese fulgor para alumbrar mi viraje profesional. No sabia qué suerte me depararía, pero sabia que me motivaría igual bien la manera de triunfar desistiendo o la de fracasar volcado.

Hoy me he vuelto a deslumbrar. Por una figura que me sobrevolaba. Alguien que había renunciado a sí mismo para convertirse en quienes todos los que le rodeaban querían que fuese. Protagonizaba ufano ese papel. Podría decirse que lo clavaba, pero, en realidad, bullía en plena porfía entre lo que quería haber sido y lo que era. Me detuve pensando en todas aquellas cosas y personas a las que no conoció por su empeño enmascarado. Y a aquellas otras a las que conoció y probablemente jodió por la misma razón, aun sin quererlo.

He sacado claro que si he jodido a alguien ha sido con mi propia mascara. Plena de incoherencia. De esa que viaja conmigo desde el primer flash. Lo que no quiero es conocer más. Tengo a Chica9 y una vida asentada en el contraejemplo.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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