PUNTO MUERTO

El instante después de apllacar la tiranía de la logística diaria que te arroja a esa concatenación de quehaceres revestidos de yincana es buen momento para ordenar el garito.

Es al poner en punto muerto la marcha de la vida cuando los pensamientos te brotan de una forma más ordenada. Una vez eliminado el repentinismo, ese mal de nuestros días que hace prevalecer la agilidad en el raquetazo de vuelta respecto al pensamiento profundo.

Lo que te da la posibilidad de hacer un recuento equilibrado. De aquello que has logrado al franquear el dígito de tu último cumpleaños, embalado hacia la caraB de la existencia, de las asignaturas pendientes que te has cobrado, y las que no has sido capaz, desde la última vez que echaste cuentas a tu vida, o de si esa persona que ha puesto patas arriba el sensor de la marejada va a darte por fin las largas.

Se trata de un ejercicio terapéutico y diría que conveniente. Diseccionar tu vida con la destreza de un médico forense, bisturí en mano. No más que para entenderte mejor a ti mismo o anticipar las consecuencias de aquello que puede ocurrir, por lo menos para tenerlo inventariado. Y en la medida de lo posible, no arruinar las ilusiones a nadie, que por algo se cotizan tan altas cuando el fulgor juvenil empieza a agostarse.

Lo que no se puede pretender es ser objetivo. Nadie lo puede ser consigo mismo. Básicamente, porque para la inmersión interior has de conciliar corazón y razón, polos opuestos y sin embargo integradores de un todo. Arte de funambulismo personal en la búsqueda del compost de dos cuerpos condenados a batirse en duelo a lo largo de las veinte mil mañanas que la esperanza actual de vida te permitirá saludar.

La clave ha de buscarse en ser coherente con uno mismo. Entendiendo por coherencia el que te guste, o al menos, no te avergüences del tipo que te saluda a cada amanecida desde el espejo de tu casa. En mi caso, que se por experiencias pasadas lo que supone el esconderse ante cualquier reflector de tu imagen, la encontré en la franqueza de una apuesta decidida.

El fiar toda tu suerte, revestida de tiempo, dedicación y entrega, a que la bolita vaya a detenerse en el impar y rojo, y hacerlo con la tranquilidad del que sabe van a desplumar si no ocurre, me concilio conmigo mismo hace ya muchos meses.

Y es que como buen tahur juego con ventaja. Baraja marcada. Confianza plena. Fuerza centripeta hacia el número elegido.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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