OCTAVA DE LAS CCGG: AGAPITIN

Fin del juego. No va más. Con la de Miura. Atávica divisa y atávico lo que nos lidió. La cuadra equina demostró cómo cuando hay enemigo el primer tercio chuta. Y vaya si chuto. A destacar Juan Melgar en manejo del jaco y colocación de la puya. Probablemente, el puyazo de la feria.

Los llamados a conducir la miurada a la presencia del creador fueron tres meritorios. Chacón, catapultado al circuito desde la última planta de las catacumbas del torero por un toro de Saltillo, que también dan a quien lo merece, Pepe Moral, habitual, tras una del hierro que le endilgaron en Sevilla y el francés Juan Leal, yerno de Mauricio Berho, en su primer paseíllo de la temporada en España.

La corrida, altota y basta, resultó, para los que se pusieron delante, más desagradable que comerte un filete lleno de nervios o soportar la enésima zapatiesta en el grupo de Whatsapp del Cochero.

Y cada uno, tiro por un lado. Chacón, quizás el torero que mejor lidia sobre los pies de los del escalafón, en lidiador solvente. Moral, pasito para atrás con el del hierro titular, y toreo profundo, sobre todo por la siniestra, con el sobrero Domecq. Le sentaría cómo a un niño al que, después de un año castigado sin poste, le encierran en una pastelería.

Y Leal, de súper hombre. Valor seco con el que se jugó la vida. Es necesario aclarar, en estos días en los que, nada significa aquello que se escribe, que no es una metáfora. Se jugó virtualmente la vida, porque, tal y como inició la faena, igual que fue el fémur, pudo haber sido la vena aorta.

Hicieron gala de toreros machos. De los de los romances gitanos. Me recordaron a Jose Ulloa,Tragabuches, al que al salirle la yegua tropezona y la mujer casquivana, apiolo a esta y al deshonrador y se echó al camino. A ejercer de bandolero con la conciencia tranquila. La misma con la que la terna salió ayer de Bilbao. Pudiendo contar a sus nietos, que un día mataron una de Miura en Vista Alegre, De las que tiraban mordiscos, De las del toro primigenio.

Semana y cuarto de toros nos han dejado muchas y variadas conclusiones. Y al hilo de las mismas, se levanta un halo de justicia poética. Sus actuales gestores, Junta Administrativa a la cabeza, han dejado la plaza hecha unos zorros. Con la pulsion taurina reptando por los sótanos de la melancolía y con conceptos taurinos tan acendrados como el toro de Bilbao, sumidos en la más absoluta indefiniciónr.

¡Que viene el pliego¡ !que viene el pliego¡ gritarian, si estuviésemos hace cincuenta años, aquellos gorrillas para propiciar la venta de los periódicos que portaban. Y del pliego, mal que nos pese, depende nuestro futuro de aficionados del bocho, y la posibilidad de transmitir el legado taurino. tal y como hicieron con nosotros nuestros padres y abuelos.

Decíamos en un post anterior, que el adjudicatario, si quiere dinamizar el futuro, tiene que cambiar todo. Borrar completamente el pasado. No pueden quedar, ni siquiera, los olores. Se impone una noche de cuchillos largos. No se quejará de que no se lo han puesto fácil. Se ha ganado el legítimo terreno a derrumbar todo lo que considere y mantener aquello bueno que le pueda servir como cimiento.. Especialmente, aquellos propietarios y abonados, que más buena gente no podemos ser. Seguimos aguantado como Negrin,

Pero, es momento de que nos venga alguien con ilusión. No hace falta que sea un mesias irredento. Basta en que nos cuente de forma transparente lo que quiere hacer. Aquellos planteamientos de dinamizacion de la fiesta que trae bajo el brazo. Cuales son las palancas en las que tomar impulso para resucitar al moribundo. Justo, todo aquello que no han demostrado los que hasta ahora han gestionado nuestros designios.

Como prueba de su tancredismo e irrealidad, leo ayer en el correo que la pobredumbre taquillera la achacan al color azul de los asientos que quedan vacíos y el comportamiento de alguna vacada. Y me apena, porque son palabras vertidas por una persona a la que tengo profundo afecto y me parece íntegra y honrada.

Pero, tengo que contestarle que la culpa y el fracaso de publico, les corresponde, aún no en exclusiva, a ellos. A su incapacidad para tomar medidas cuando se acercaban los nubarrones. A pensar que los discrepantes  queríamos subirnos al palmito. A no tomar decisiones trascendentales, como la de atajar unos gastos de estructura que todos sabían eran irracionales. No es el color de los asientos Andoni, es el del de la negrura del órgano cuando se atrofia. Por no haberlo ejercitarlo, por no haberlo gestionado,