INTROSPECCION

La entrada de un año nuevo supone que te cae otro en el carné. Y a fuerza de cumplirlos, vas mudando la piel. Entre las escamas que se desplazan están la ingenuidad y la ilusión, que salta como la rana entre nenúfares, de los sueños propios a los de los consanguíneos.

Pero si uno no mantiene alguna lealtad simbólica, está perdido del todo y se olvida de quién fue, de quién es verdaderamente. Y ahí se sitúa la infancia como reserva espiritual, la etapa en la que aun no habías recolectado tu propia cosecha de monstruos en forma de hipotecas, rencillas laborales, dependencia de tus mayores u obligaciones para tus hijos,

Cada vez recuerdo más Gernika, ese Urdaibai agreste del invierno, donde se hacia de noche a las cinco de la tarde y la niebla invasora del mar o la Ría penetraba en el pueblo haciendo patente la superioridad del agua sobre la tierra.

Las costumbres obraban milagros, confiriendo rango de necesidad a lo antojadizo y superfluo. Comer a la misma hora todos los domingos después de ir a misa en comandita y que tus aitas tomara un vino y un Bitter Kas. Solo uno, que era tiempo de frugalidad, y se sabe que lo escaso sabe mejor, O visitar los sábados por la tarde a la familia, porque era tiempo en el que la familia no se restringía a la línea recta y se visitaba a los primos.

El domingo por la tarde sonaba el Carrusel Deportivo y, a semanas alternas, te acercabas a ver al equipo de tu pueblo y, al finalizar, parada, que no fonda, en el bar del pueblo en el que tenían un tablero con los marcadores de la jornada. Esos que alimentaba un tipo con la oreja pegada al aparato de radio. Que entonces era inmenso, o a ti te lo parecía desde esa mirada infantil que engrandece y se enseñorea con todo instrumento o recuerdo tractor de la imaginación.

En lo único que no he variado, ni creo que estas alturas lo haga, es en cultivar animosamente la introspección. Mas aun, lo cuido como un tesoro, ya que me permite habitar por los márgenes y eso me salva de lo que veo alrededor.

Aunque antes les admiraba porque les inmunizaba del sufrimiento que se tiene cuando se siente a carne viva, no soporto a todos los que se limitan a hacer lo que le toca hacer y siempre les pareció una pérdida de tiempo auscultarse.

Sólo me queda una espina. Pensar que habitantes de la postguerra en una Bizkaia profunda que penó su condición de provincia traidora, como mi aita o el de mi compadre FL, no pudieron cultivar su introspección mirando hacia atrás. Se la arrebataron porque les convirtieron en individuos que debieron de hacerse adultos prematuramente o estaban destinados a serlo desde su nacimiento. Les impusieron un estilo del mundo, o del tenebroso fragmento que les había tocado a ellos en suerte. Y ello, les costó la infancia, que otros decidieron por ellos era una pérdida de tiempo y una escuela de debilidad.

Cuando tenían nuestra edad, no conocían internet, hablaban idiomas, ni se imaginaban mas inteligencia artificial que la del cura de Busturía concediendo indulgencias desde el confesionario. Sin embargo, nos aventajaban en una vida.

O quizás en dos.


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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