LOS CARTELES

De poco no presentan los carteles de las Corridas Generales hasta agosto y nadie los echa de menos. 3 de julio, exactamente cuarenta y cinco días antes de que salte el primer toro a la arena, si se puede llamar así, a los desmochados que, sorpresa habemus, lidiaran Hermoso y Hermosillo.

Dará inicio a la edición de las corridas generales que nunca se debio de celebrar. A la finalización de la pasada  se anunció con pompa y boato un pliego nasciturus que aliviaria de urgencias a los toros en Bilbao. Por entonces consenso había de que andaban boqueando bajo este formato y suponía un alivio. Primero para las arcas públicas, y después para una decimonónica junta administrativa a la que se le empezaba a intuir la levita que gastaba el enterrador de las películas del oeste.

Pero demostrando una vez más que a la res pública le importa tanto el asunto taurino como una montonera de escarabajos peloteros al sur de Mongolia, el pliego durante el gris invierno del Bocho se convirtió en elefante. Y ya se sabe que el periodo de gestación de la mamífera placentaria es de veintisiete meses.

Así que toca rescatar a la Junta Administrativa del parque jurásico de la gestión de eventos. Nada más porque no hay otro. Poco más o menos, como cuando recibes un tropel de visitas y te quedas sin vajilla. Al último que llega le plantas aquellos platos de plástico que te regalaron en 1981 cuando te compraste el tambor familiar el detergente Luzil, la promoción de las Mirindas o la del Tab de Cola.

Que conste que no critico a la Junta, porque a nadie puedes criticar cuando hace lo máximo para lo que está preparado. Y que nos dan, lentejas. Las mismas que los últimos veinte años pero revenidas y con más piedras. Que para eso han pasado dos décadas. Eso sí, les tengo que reconocer que me han sacado una carcajada que, para lo que hay que ver, es un triunfo. Vuelve Finito de Cordoba, al olor de multitudes tras sus incontables triunfos en Bilbao y a lo largo del orbe taurino. Ojalá corte una pata del Fuenteynbro, y que yo lo vea. Aunque no creo que, con el cartel que es lo vayan a  ver muchos más.

Andaba esta tarde andorreando después del trabajo y me he puesto a darle a la manivela sobre las razones que tengo para sacarme el abono. Por cada una que me salía a favor, (ver al animal más bello del mundo, la ilusión por Pablo Aguado y Roca Rey y reencontrarme con mis tauroamigos), me salían diez en contra (no las inventario para que luego no me acusen, con razón, de agorero y derrotista).

Me he terminado de convencer de que repetiría abono, que creo que lo tengo pagado, cuando he invocado la fidelidad a la costumbre.

Puesto a pensar lo que sería de mi sin la liturgia de los últimos veinticinco años, las cañas post corrida en Egaña, o sin la preocupación de a quien endosar las entradas de la tabarra de los caballitos he sentido frío. Sería un infeliz, un pobre ganapán si me privasen de la emoción de un natural o la decepción de ver un toro sin trapío.

Sentiría a mis extremidades rígidas si, un año y sólo un año, no presenciase los movimientos del tren trasero en plena ejecución de las Poncinas, sin escuchar un único verano los quejios arrebatados de los Murillo protestando en estéreo o a la paradiña de Aresti  a la mitad del aurresku de honor. Que ya es difícil seguir sin enterarse cuarenta años después que el aurresku tiene tiempos Y, que no acaba aunque la música se detenga un instante.

O si me arrebatasen de mi trompa de Eustaquio el ulular de los diptongos verbales de los Valdivieso reivindicando el uso del castellano con epítetos en desuso. Sin deslumbrarme por los ternos de color pastel en el burladero de los médicos o sin ver a Ursicinio y sus gafas que ya estaban demode en tiempos de la dictablanda de Berenguer. 

Allí nos veremos. Aunque solo sea por la fuerza de la costumbre.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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