Escuche una vez a un creador que el desamor y el dolor resultan mucho mas evocadores que el amor correspondido y la placidez, porque desde esos dos ingredientes sólo construyes merengues, e historias moñas recubiertas de la piel del melocontón.
Como el fin de semana ha llovido y he perdido hasta en el Badmington, me ha dado por ponerme creativo desde la observación. Y eso conlleva consecuencias peligrosas. Como ayer me tocó Bizkaia profunda rodeado de congéneres me dio por dividir la tropa que bIcheaba a mi alrededor en dos haces, grupos a los que denominaremos como “A” y “B”.
En el primero mete a toda esa gente que piensa que sus historiass son interesantes, Ysus consejos sanadores. Porque se creen provistos de un don y, por ello, siempre hablan con una sonrisa satisfecha de Buda pintada en la cara. Suelen estar empachados de asertividad y, por supuesto, tiene la seguridad de redimirte con el poder de sus palabras.
Como la discrepancia abre grietas en la galvanoplaastia de certeza con la que bañan su argumentario, dicen entender por lo que estás pasando y saben, incluso sin preguntarte, qué piensas, qué deseas, lo que debes comer, con quién tienes que hablar… Desde ese movimiento envolvente poco a poco, te intentan acorralar. Te miran fijamente, pero sin intención de atender lo que puedas pensar, como mirarían en la tele un documental de animales que mostrará en directo la cópula de la mantis religiosa, pero en su interior el único interés que les generas reside en tu condición de presa. Cimentan su autoerstima, que suele estar construida en el más puroconvencionalismo, el dinero, la profesión o el apellido.
En el Grupo B, más numéroso, están los demás. Por ejemplo, los que pasan de ti y no pierden un segundo en darte un consejo de mierda. Cuando hablas con ellos se; se limitan a asentir y sonreír, sin más pretensiones. Al estilo del farmacéutico que te suministra drogas legales sin hacer una pregunta o del revisor del tranvía que valida tu título sin saber si eres bipedestre, reptante o semoviente.
No conciben la vida como un duelo al sol de los westerns, sino como una sucesión de acontecimientos que se van encadenando con la misma facilidad con la que su memoria de pez los olvida. No hay autosuficiencia sino un vuelo por debajo de la barrera del sonido donde podrían ser detectados por los del Grupo A.
Normalmente, las parejas de componen de uno de cada grupo. Como los polos del mismo imán, los del Grupo A se repelen entre sí, mientras que los del B no encuentran en si mismos alguien que tome el timón. Aunque el rumbo no sea el adecuado no hay nada más cansado que decidir.