A X P

Volver al poblado y sus ínfulas tantos años después, me hace recuperar personajes e historias que tenia enterradas en el mismo camposanto en el que reposan los e mails publicitarios o los whatsapps a los que te da una pereza infinita responder.

Me encuentro con un tipo que no dijéramos fue amigo años atrás. Ya se sabe que, a menudo, en la Bizkaia profunda tenemos muy pocos y, por eso, casi siempre necesitamos mucho de ellos. Probablemente alentado por los años sin contacto, me cuenta, sin necesidad de trapecio o red, una historia que emana olor a trabajo y a semen viejo.

Confiesa que se ha separado veintitantos años después. Con dos chavales que, en esa ecuación juvenil, como no le necesitan no le hacen puto caso. De mi novia de toda la vida, afirma enfático, te acuerdas?, me pregunta.

Le miento, porque he escuchado en mi vida a tanta gente necesitada de contar, que lo advierto al inicio de su plegaria Porque sólo tengo una imagen deslavazada de una ratita presumida, pequeña y curvilínea, bailando en un bar al que nunca volveré de las fiestas patronales de un pueblo al que prometo mi no asistencia eterna.

Me cuenta que un día, sin que él se oliera nada, lo que no significa demasiado porque en el poblado si de algo no andamos sobrados es de intuición sentimental, le dijo que llevaba años sin soportar ni siquiera su forma de pisar la tarima del balcón.

Se viene arriba en el castigo y le sobreviene la embolia cuando empieza a hablar por mí. Supongo que vista desde fuera, se arranca, resulta atractiva la historia de un niño y una niña, casi vecinos, que desde su infancia parecen destinados a una boda con traje blanco, ramo de orquídeas y marcha nupcial de Mendelssohn.

Pienso mientras habla, que tiene razón, es de las fábulas que gustan a la gente, porque parecen de mostrar la perenne validez de esa complicada y algo absurda forma de organizarse la vida que es el matrimonio.

Bodas de plata, bodas de oro, bodas de platino testimoniando la solidez del enlace y una fe sin fisuras en que lo que te da tu pareja no puede haber nadie que lo iguale. Esa fe que no exige pruebas es lo que ellos perdieron.

Me despido sin decirle nada más que adios porque hace rato que me he dado cuenta solo buscaba que le escucharan no lo que yo le dijera. Lo que me ha contado era una mera arcada reflexiva, como esos verbos que se conjugan sobre sí mismos.

De camino a la búsqueda (y reencuentro) con Chica9 me doy cuenta de que, tal y como ocurre con la letra de cambio, me ha endosado un jeroglifico que me deja bicheando.

Llego a la conclusión que es un error ser en exceso generoso con quien vive con uno, y no tanto porque nadie devuelve ni siquiera una parte de todo lo que uno da, como porque nadie perdona que un día no se le siga dando.

La generosidad a menudo termina creando una especie de privilegio en quien la recibe, de modo que se presenta como víctima el desposeído de pronto de un derecho que nunca debió recibir.

A lo que te lleva la lluvia de una mañana de verano vasca

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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