Vuelven los transistores, las pilas de petaca y los camping gas para freír un sobre de salchichas Purlón.
Todo propagado por la distopía detonada por el gran apagón. El del lunes, ese que menos mal coincidió con un día luminoso y soleado, porque, entre tormentas y rayos, hubiera generado el acabose sicológico con gente encerrada en la despensa blandiendo una escoba para atizar al esbirro de Putin que se atreviera a entrar.
Recupero una escena de mi niñez pueblerina. Un señor camina con un transistor pegado a su oreja. La gente se acerca para preguntarle. Si es verdad que Petronor está ardiendo, los rusos entrando por la Ría de Bilbao con sus fragatas o ha sido todo causa de uno de Red Eléctrica que ha juntado el cable rojo y el verde como en las aventuras de Mortadelo y Filemón.
Clavadito a cuando nos acercabamos de crios los domingos por la tarde a preguntar si el Las Palmas había empatado en el descuento en aquel partido del Insular en el que se jugaba el descenso o si el Macho Figueroa había empalado a algún defensa del Hércules ,que, iluso de él, se clavo de la barrera cuando el Hondureño pateaba la falta.
Iban muchas veces paseando con la señora, para no atronar, se ponían en la oreja aquel antecedente paleolítico de los cascos modernos, uno blanco con punta de supositorio que se encapsulaban en la oreja y se ajustan con la cera de los oídos.
Por lo menos ellos, tenían la información que les pedíamos. Pepe Juan pegó en el poste y la Unión Deportiva desciende o han expulsado a Albadalejo y al pequeño de los Mejías (Salvador), tras enzarzarse en una tangana.
Eran tiempos en los que el conocimiento valía las pesetas de un transitor Sanyo y unas pilas de petaca.
Involución.