La opresión al que me somete el mundo moderno llega hasta al plano sintáctico. Vale que, por un poco de deje profesional y otro de deriva introspectiva, soy de escritura gongorianoa, pero de eso a lo que recibió hay un trecho.
Mi interacción telemática cotiza más baja que el Sucre ecuatoriano (moneda que sacaron de circulación cuando comprobaron que para bailar al sol del dólar no necesitaban ni moneda propia ni hasta la plata que no tenían en un Banco çentral)
Todo por los jodidos monosílabos.
Los que te endosann aquellos que saben estarás allí bajo cualquier circunstancia. Por ejemplo, tus hijos, que son capaces de gastar toda la metralla de monosílabos para dejar claro que estan ocupados; y no tienen, no ya tiempo, sino puto interés en atenderte en ese momento.
Y además, otras tribus, como deudores, inquilinos morosos o aquellos a quien tengas algo que vender (y ellos decidan si te los quieren comprar o no)
Te pueden encadenar tres sies, dos noes y diecisiete okeis entremedio. Cuando te das cuenta de que aquella conversacion avanza con más pesadumbre que una expedición al Polo desistes pensando que para hablar sólo te haces un solitario (aunque sea el colmo de lo absurdo).
En legítima defensa tengo que decir que, detrás de esa economía de léxico, se esconde el carácter desnatado de una sociedad donde el integrante medio tiene menos tensión arterial que el dependiente de una tienda de surf.
Eso y que la terminología muda más de piel más que las serpientes, por lo que te pierdes al quinto nuevo concepto que te aparece en la ensalada de emoticonos.
Todo eso me hace sentir la más profunda desafección por las relaciones sociales.
Acabo de pillar una baraja de cartas para hacerme un solitario.
Bueno, como Chica9 quiere también jugar., abriremos el dominó.
Que viva el Seis doble.¡¡¡