A uno de mis compadres, omito el nombre porque no viene al caso y además vive a varias leguas de Bilbao, se le despistó el perro una mañana sabatina de compras. Como en aquellos trucos que los magos de quinta fila que perpetraban en el Frontón Santanape de Gernika, entro en una tienda y el perro estaba, salió de la tienda y el perro no estaba.
Búsqueda infructuosa, nervios acechando, tormenta de ideas, (mejor decir ocurrencias). Y claro, en esa ebullición del intelecto, la orfandad perruna trae consigo una de las atrofias que acostumbran a invadir el cerebro del ser humano. La contradicción entre lo que es y lo que tu crees que tiene que ser. Así que todo el mundo tenía claro de que habían secuestrado a Trudy, gracia a la que respondía el chucho. Es esa misma contradicción entre realidad y fantasia la que se explica perfectamente con un chiste futbolístico: «¡Ataca Perú, ataca Perú, ataca Perú...! Gol de Brasil».
Comoquiera que la policía municipal, que aun resiste al animalismo, (no se por cuanto tiempo), se niega a acordonar la zona y poner en marcha la operación jaula en carreteras aledañas, de vuelta a casa sin el can.
Ante la impotencia de no tener noticias de los captores de Trudy, ya se sabe que las horas ulteriores al secuestro son claves, se activa el protocolo de colectivización en Redes Sociales. Mi amigo, dechado de virtudes que compensan un estomagante rol postural en Instagram, Twitter y otros sumideros de ponzoña, propaga a los cuatro vientos una foto de busca y captura de la criatura con el teléfono familiar para la recepción de novedades.
Como el perro da pena de ordinario y tiene cara de pánfilo, la historia impacta y cuaja en la jauría telemática que propaga su imagen hacia el ciberespacio. Además, como es de una raza noble (el lodo de la casta que denunciaba el Podemos primigenio), se da por seguro que hay malhechores de por medio.
Calma tensa en el salon familiar esperando el desenlace. Las hijas del matrimonio se hacen acompañar de sus novios, el ambiente está cargado de la atmósfera de las grandes ocasiones. Nadie habla para no opacar el sonido del teléfono que puede estar preñado de la buena nueva. Se recibe un mensaje desde un numero secreto, la tragedia se masca grumosa
El emisor asegura tener a Trudy y cifra su devolución en unos centenares de euros. Importe que se estima irrisorio para el valor afectivo del semoviente. Mi amigo se niega a establecer negociaciones porque se huele el tocomocho, su hija le acusa de insensible (y si es verdad?)
Acuerdan pedirleuna prueba de fe. Les manda un audio con un ladrido, que no aclara nada, porque puede ser de Rantamplan o de Milú, perros de Lucky Luke y Tintín respectivamente. Al presunto secuestrador se le escapa una expresión que, google en mano, le atribuye nacionalidad ecuatoriana, ya que se escucha al fondo del ladrido un ¡Que chupe Quito!. El hallazgo ha sido posible gracias a una aplicación que se ha bajado el pequeño, el habilidoso de la familia, para disociar las voces de una grabación.
Cisma familiar. La hija mayor, indignada por la frialdad de su padre, tira de su novio y sale a la calle a dar vueltas con el coche a ver si tiene ocasión de darse de bruces con Trudy (más raro seria que te tocase la lotería de navidad). Mi amigo le manda a tomar por saco al ecuatoriano. Que vaya a joder a Simón Bolivar le espeta.
Cuando el matrimonio está a punto de saltar por los aires, se recibe una llamada. Es la Policía Municipal. Una pareja que estaba liándose un cigarro y explorando el cuerpo ajeno en el parque a la entrada de la noche se ha cruzado con un perro huérfano, mojado, sucio y con más hambre que Carpanta. No se separaba de ellos. Lo que de verdad les ha decidido a aplazar el magreo y acercarle a la comisaria es la pinta de lelo que atisbaban en su rostro. Estaban seguros que en la jauría de la calle no pasaría de la noche de su debut.
Cónclave urgente en la comisaria. Se cita a la hija exploradora y su novio, al aprendiz informático, el matrimonio que ya se hace carantoñas, y media docena de individuos que, sin vida propia, viven en las cloacas de internet que, enternecidos por la historia, no quieren perderse de resolución. La palabra secuestro se omite para no sentir el bochorno de lo reciente. La familia se abraza, Trudy no entiende nada de porque todos aquellos lloran cuando el quiere comer y sigue con su devenir intrascendente plasmado cara de memo que le acompañara de por vida.
Parabienes diversos en las redes sociales. Loas y albricias por docquier. Incluso el ecuatoriano felicita para tener coartada.
«¡Ataca Perú, ataca Perú, ataca Perú...! Gol de Brasil».