ANTES QUE ME SALVE EL OLVIDO

Es una de las canciones de Doctor Deseo que más me evoca. Nada más escuchar los primeros sones, las ideas se van asociando hasta que las imágenes se van sucediendo en mi imaginación, una tras otra, como si se tratase de una película “súper 8 mm”.

Ahí radica la magia de la letra de una canción. Que puedes contraerla o estirarla para que se amolde perfectamente a tus recuerdos, tus vivencias o sensaciones. La misma que se volatiliza si su autor comete el error de confesar la razón por la que la ideó. Y es que, una vez conocida la historia, no es fácil ubicar a una niña pija de un Instituto de Móstoles, en la piel de aquella persona, a la que basto un solo encuentro, para cambiarte para los restos el significado de la palabra plenitud.

Me ocurre que la palabra “Olvido” me acostumbra a generar sentimientos ambivalentes dependiendo de su contexto. En el caso de esta canción, el olvido salvador es el desprovisto de añoranza, el que te permite esbozar una sonrisa cuando rememoras, sin tener que romperte por dentro cada vez que lo haces hasta buscar una gatera de salida que te recomponga. Aquel al que, imagino, aspiramos todos.

Después, está la ruptura del mito de las casualidades en el mundo de las relaciones afectivas. El “pasó, sin querer queriendo” nos muestra que, aunque no sea en nuestra cabeza, hay algunas decisiones que adoptamos cuando ya están horneadas en nuestro subconsciente. Soñadas por lo sensitivo mucho antes de que se compongan como una idea en lo racional. Por mucho que este, se empeñe en proscribirlas, en lo que no es más que una negación de lo sensorial de ti mismo.

He conocido a muchas personas, que se desnortan cuando les principia la cara B de la vida. Aquella que desvirgas cuando has cumplido con lo políticamente correcto, un trabajo ordinario, una relación de pareja convencional, una recua de hijos que ya comienzan a volar por sí mismos. Ahí, activan la vida en espera a la que se refiere la canción, y comienza una lucha encarnizada entre ser feliz contigo mismo o ser fiel cumplidor de lo que otros, o peor aún la intangible sociedad, esperan de ti. Que el sol llegue o no, como señala la letra, suele depender de la fuerza que finalmente se imponga en esa batalla. Que en muchas ocasiones suele durar eternamente, y donde tratas de negarte, embarrancando en una fábula de puerto seguro de lo material o lo convencional.

Y siguiendo con las enseñanzas de Francis Diez, ese magnífico contador de historias y descriptor de sentimientos, que tuvo que aprender a convivir de puntillas en la era del Rock Radical Vasco, algunas veces optan por ser niños buenos y, por no atreverse a romper nada, para no terminar por pagar con pena y romperse ellos mismos en noches de magia y adioses. Tan antiguo como la vida misma.

La grandeza de la historia narrada en la canción es que le intuyes un final triste. Preñado de cobardía, de negación, de la realidad de esta vida contemporánea que nos ha tocado vivir. Es por ello por lo que a uno de los protagonistas solo le puede salvar el olvido. Bendito olvido, añado. Ya que si te desgarra de una forma tan lacerante, es que lo que viviste fue auténtico y verdadero. Sin imposturas.  

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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