Queridos camaradas, cantaba mi compañero JU hace dos siglos rodeado de nieve bajo un pendón.
Lo he pensado esta semana. Nuestra sociedad se está sovietizando, porque, a cachetada de algoritmo y perfil postural en redes sociales, todo y todos estamos bajo control.
Reconozco mi afección por la heterodoxia. Más que nada, porque se está convirtiendo en rara avis en un ecosistema en el que se imponen los individuos con ideas estampadas a troquel en su cerebro. Asi que todos piensan más menos lo mismo y lo peor de todo es que creen que el pensamiento es de su propia cosecha.
El heterodoxo, necesariamente, tiene que huir de lo acomodaticio o destilar adn tocapelotas. Que por ambos caminos llegas a cuestionar el credo oficial y terminas siendo taurino, reivindicando que Primo de Rivera fue una víctima de la guerra civil o haciéndote seguidor del Español cuando paces en Igualada.
Requiere, eso sí, esfuerzo intelectual pertinaz. Porque defenderte ante la salmodia oficial exige juego dialéctico con arsenal ideológico repleto.
Pronto te das cuenta de que te has convertido en un hámster corriendo en la rueda ante el aluvión de frases hechas, respuestas estandarizadas y referencias lapidarias al estilo de lo he leído en Internet.
Pero desarrollas ciertas conchas protectoras. Y aprendes que leyendo el periódico más allá de los titulares o un e mail hasta el final (no existe más de una docena de personas en el mundo que los lean cuando su extension es superior a dos párrafos) hay un pensamiento propio.
Probablemente sea una imbecilidad, pero el atributo de “propia” no se lo quita nadie.