TRANSBORDO

Chica9 se descojona de mi afición al transporte público. No puede entender que hasta alcanzar la orilla de Girona, en expedición BilbaoBasket, alternemos coche, tren y autobús como fuera un peregrinaje hacia Sidi Ifni, que fue provincia española de Ultramar hace medio ratito.

Tampoco, termina de captar porque prefiero soportar los signos de incomodidad que ella percibe en los Bilbobuses o el tren que me sube a Miribilla, cuando puedo ir de garaje a garaje escuchando música sin hablar con nadie.

La respuesta sólo es una. Porque soy de pueblo. De un pueblo, en el que la vida era de una simplicidad monástica: y donde el invierno duraba tanto que está prohibido pensar en el verano, que duraba un suspiro, tras una primavera primorosa.

Y los de pueblo nos movíamos de lugar a otro en transporte público, especialmente cuando tocaba visita a Bilbao. Lo cual, como cualquier otra lacra deja su estigma.

En mi caso, brota por medio de una querencia a evitar todo viaje en coche como gato escaldado. Sólo capitulo cuando tengo prisa, mucha, o se encadenan transbordos o combinaciones esdrújulas que me deprimen hasta a mí.

Controlo trayectos de las líneas de autobús urbanas e interurbanas, los números de cada autobús, cada horario de partida de los cercanías, en día de labor o festivo o el nombre de estación donde se cruzan los tranvías y sus coordenadas.

Y no solo eso, sino que disfruto montado como esos niños gorditos a los que sus padres se van a tomar cañas y les les dejan aposentados en el carrusel infantil Hermanos Berbis con un cuenco de fichas para encadenar un viaje con otro.

Es curioso que, a estas alturas, siga luciendo el pelo de la dehesa en mi afición por viajar rodeado de desconocidos, cuando me he convertido en hombre de ciudad. El agro y la playa están bien para los mosquitos y las calenturas. Yo necesito el ruido de los coches, el barullo, los cafes en la calle los paseos urbanos.

Y, a fin de cuentas, a todos esos lugares puedes acercarte en tren o en bus.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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